Todos los años por estas fechas nos replanteamos la vida, pero lo cierto es que cualquier momento es bueno para cambiar. Es una de las ventajas de esta existencia azarosa e incierta que tenemos. Si todo fuera estable y estuviera perfectamente regulado, desaparecería la evolución individual. Aunque somos las mismas personas desde el momento de la concepción, las circunstancias nos van modificando. A veces tenemos algún control sobre los cambios; pero otras muchas dependen en gran parte del azar o, para quien tenga fe, del destino, del proyecto vital que Dios tiene para nosotros. Sin embargo, generalmente contamos con la libertad de seguirlo o negarnos a hacerlo.
Llama la atención como una situación de pocos minutos puede cambiar el curso de nuestra vida, o incluso una decisión no muy meditada marca el camino que vamos a seguir en adelante. Por eso, es importante ser muy consciente y vivir con los ojos muy abiertos. Porque luego cuesta mucho más retroceder y tal vez no se pueda. En este año que comienza, espero que aprendamos a recuperar el sentido de la responsabilidad sobre nuestros actos; especialmente en España, donde parece ser que, por tradición, es más habitual dejarse llevar. Cada mañana es un buen momento para volver a empezar y apreciar la vida en todo lo que vale. Aprendamos a manejarla y no dejar que ella nos maneje a nosotros.