Según el anuncio de una agencia de viajes disfrutar es llenar la vida de infinitas experiencias. No estoy de acuerdo. Para disfrutar de la vida no hace falta tumbarse al sol en la playa de un hotel de lujo del Caribe (sabiendo que en el pueblo de al lado no tienen agua corriente). Tampoco es necesario tocar personalmente las piedras de las pirámides (mientras la población local mira mal a los extranjeros). Para disfrutar de la vida no tienen que atronarte los oídos unas cataratas, ni picarte los mosquitos de Extremo Oriente. A veces basta con ir a algún lugar poco conocido cerca de casa, como por ejemplo el Parque Regional del Manzanares, que es un sitio precioso que muchos madrileños no han visitado nunca; porque estaban muy ocupados pagando viajes a crédito a países remotos, cuando apenas conocen lo que hay a su alrededor.
Además, para disfrutar de la vida, no hace falta salir de casa. Basta con un ducha después de un largo día de trabajo. Terminar una tarea tediosa, lo cual da una satisfacción mayor que muchas fiestas. Leer un libro mientras tus hijos hacen los deberes en la misma habitación. Ver una película juntos en la tele o en el cine. Disfrutar la vida es apreciar los detalles de cada día: la puesta de sol en el horizonte, el sabor de las comidas caseras, una escapada de tiendas y cenar en un burguer. Disfrutar de la vida es pasar tiempo con la gente que quieres, valorar tu trabajo e procurar hacerlo bien, intentar sacarle jugo a los momentos cotidianos. Si sólo disfrutamos de las experiencias especiales, va a ser difícil ser feliz.