Recuerdo que, cuando tenía unos ocho años, me gustaba mucho ir corriendo al colegio, como Forrest Gump. Había poco tráfico por entonces, así que apenas tenía que parar en todo el camino. Llegaba un momento en que ya no era consciente del movimiento de mis piernas, sino que iba en automático, como flotando en el aire. Era una sensación muy agradable. Con el paso de los años, sin embargo, cada vez he sido más consciente de cada paso que daba. He perdido velocidad pero he ganado seguridad. Sin embargo, a veces me gustaría recuperar el soplo de la brisa en la cara, el desafío de seguir sin sendero fijo, la superación del cansancio físico y el relax total; cuando tu único objetivo es avanzar y tu única satisfacción es saber que has cumplido una etapa.
A veces pienso que ya he cumplido una etapa en internet. Hace tiempo que hablo sobre los mismos temas y mi número de lectores se mantiene estable. Cosa que está muy bien, naturalmente. Pero no puedo evitar seguir siendo una corredora de fondo y me gustaría alcanzar nuevas metas. Sueño con hacerme famosa, ganar premios y cosas así... Sé que es una tontería, a mi edad y en mis circunstancias, me puedo dar por contenta con lo que he conseguido. Sin embargo, la niña dentro de mí a veces me reclama, me invita a salir a correr una vez más sin saber a dónde puede llevarme el camino; a arriesgar, a firmar el blog, a abrir los comentarios... Por suerte, sólo son emociones pasajeras.