Que yo recuerde, sólo he salido de fiesta en Nochevieja en cuatro ocasiones. La primera, tendría yo unos dieciseis años y me dejaron ir a la fiesta de la parroquia. Yo no conocía a casi nadie allí y me cansé enseguida; así que me fui temprano, sobre las dos. La segunda vez fui con una amiga (supuestamente del opus) a una fiesta en un local. Al poco de llegar ya estaba todo el mundo borracho, bebiendo directamente de las botellas de ron y vodka y magreándose. No es que yo no me hubiera tomado unas copas, pero no así, Aquello era peor que el botellón y me cogí un taxi. Volví a casa sobre las cuatro de la mañana. La tercera vez me quedé en casa de una amiga con el que había de ser mi marido y otro amigo.
Estuvimos jugando al Trivial hasta el amanecer. Fue mi mejor Nochevieja, a pesar de que yo no daba una. La última vez que me animé a salir ya iba con mi marido y mi cuñado, que en paz descanse, a casa de unos amigos suyos. Recuerdo que comimos fabada en un chalet en la sierra que no tenía calefacción. Lo pasamos bien pero estábamos un poco fuera de lugar. Volvimos a casa sobre las seis. Y eso es todo. No sé por qué nunca he conseguido ir a una fiesta normal que me gustara y durara hasta los churros, como se supone que debe ser. Ahora ya me daría mucha pereza. La verdad es que, cuando acaba el programa especial de televisión a mí sólo me apetece irme a la cama. Para mí la Nochevieja es una noche muy parecida a la Nochebuena.