Con este tema en los anuncios, pasa lo mismo que con el estreñimiento, los herpes labiales o la incontinencia. Son cuestiones que afectan a una proporción mínima de la población, pero insisten tanto que cualquiera diría que todos somos estreñidos, incontinentes, tenemos herpes y, para colmo, nos duelen los dientes. Es terrible. No sé cómo tenemos moral todavía para salir a la calle. Es curioso la cantidad de negocio que se debe generar con esos productos para poder financiar unas campañas tan caras. Ya nos tienen tan convencidos que casi estoy deseando que me suceda algo de eso para poder comprar lo que anuncian.
Luego, se nota cuando empieza la campaña de Navidad y, de repente, no hay cosa más importante en la vida que el olor corporal; pero no el tuyo propio, sino el diseñado por el famoso de turno y cuanto más caro sea, mejor. Como venados en plena berrea, no puedes entrar en el ascensor sin que te invada el aroma irresistible del vecino y un millón de personas más. Por suerte, esta situación sólo se alarga un par de meses; cuando todos los botes de colonia y perfume vuelven al cajón del olvido, del que no volverán a salir hasta la próxima campaña publicitaria.