Hay quien dice que los cristianos somos masoquistas porque contemplamos el sufrimiento de Jesús en la cruz. Pero nosotros no apreciamos el dolor, sino el sacrificio voluntario. No se puede eliminar de la vida los malos momentos, pero sí se pueden vivir con resignación, como un ofrecimiento en favor del bienestar ajeno. Así Jesús, ofreció a la humanidad lo más personal y propio que tenía: su cuerpo; y su propio padecimiento, para así hacernos comprender la fuerza del amor que lo guiaba. También los mártires cristianos que, a lo largo de la historia, han aceptado la muerte por no renegar de su fe, demostrando de ese modo que el amor es lo único que siempre sale vencedor.
Se le puede arrebatar a un hombre todos sus bienes, su familia, sus amigos y su libertad. Pero, mientras siga siendo dueño de su cuerpo y mente, se conserva intacto. (Como demostró Nelson Mandela en sus años de prisión). Sin embargo, cuando una persona ofrece su sufrimiento; o más aún, se somete voluntariamente al dolor, pudiendo haberse librado gracias a su poder - como era el caso de Jesucristo -, está entregándose él mismo como sacrificio, como la mayor muestra de amor existente. Por eso, la cruz no es algo desagradable, sino una prueba del amor de Dios. Y Jesús no es un rey revestido de poder y riqueza, sino el rey de nuestro corazón, cuando se lo ofrecemos libremente.