Recuerdo que cuando estudiaba la historia de España, me quedó una sensación de pérdida relativa a los territorios que una vez formaron parte de nuestro país y ahora incluso, a veces, reniegan de ese legado. Sin embargo, a lo largo del tiempo he podido comprobar que existe un sentimiento de hispanidad muy fuerte y extendido; como se ha podido ver al ganar España el campeonato del mundo de futbol. Supongo que nunca tendremos una Common Wealth como los ingleses, pero eso no significa que siglos de historia y cultura común puedan borrarse de un plumazo. Entre españoles y latinoamericanos existe un nexo de unión que nada ni nadie podrá romper. Con más razón, entre las distintas regiones de España, las cuales mantienen relaciones estrechas desde hace más de dos mil años. No hay familia española que no tenga parientes en cualquier lugar del país.
Con la llegada de la democracia, vió la luz una Constitución que admitía el estado de las autonomías. No niego que el gobierno autónomo haya podido ser positivo para las regiones más descuidadas históricamente, como es el caso de Castilla o Extremadura. Pero, sin embargo, aquellas que ya se veían beneficiadas, han conseguido unos privilegios desmesurados en detrimento del Estado Español. Esos nuevos reinos de taifas son como un cáncer que va restando vitalidad a nuestro país y amenaza con acabar con su propia existencia. Miles de funcionarios innecesarios, subvenciones a los afines, altos cargos con privilegios oficiales, etc.; sumado a una campaña educativa en contra de la propia identidad de España y el idioma español; justifican sobradamente que se exija cuanto antes una reforma del sistema autonómico para devolver a España el protagonismo que le corresponde en su propia historia.