Hay cosas que no se pueden explicar. Puedo dar mi punto de vista sobre los problemas que aquejan a la Iglesia y las polémicas, más o menos artificiales, que se mueven a su alrededor. Pero no puedo transmitir mi fe - ya me gustaría -. No encuentro las palabras para convencer a otros de las ventajas de ser cristiano. Tal vez se trate de las pequeñas cosas de cada día, de intentar ser mejor en el momento y las circunstancias en que te ha tocado vivir. Tal vez se trate de cultivar el perdón y la humildad. Puede que sea un sentido de comunidad mundial, más allá de sexo, raza, credo o, incluso, religión. Pero el hecho es que me gusta ir a la Iglesia casi todos los días, porque cuando entro allí siento que "mi alma canta de gozo en tí, Señor".
¿Cómo definir el amor? El amor no depende de las cualidades o defectos de tu ser querido. Simplemente existe y lo sabes, porque tu corazón lo siente y tu alma es feliz en su cercanía y sufre cuando está lejos. La fe es lo mismo. Es algo que te llena, te hace feliz, consigue que todo tenga sentido. Porque, al fin y al cabo, la fe es amor, amor universal, y el amor no deja de ser un salto de fe. Se trata de manifestaciones distintas de una misma cosa. Yo no voy a la Iglesia porque lo dice el Papa, porque me lo enseñaron de pequeña, porque creo que las buenas personas lo hacen. Yo voy a misa porque lo necesito. Allí me siento en paz, comprendida, amada, y capaz de amar a todos y a todo. Allí canto de gozo.