Cuando se estrenó la película Avatar, alguien escribió en el periódico del Vaticano una crítica negativa. Me parece un error descartar las religiones de tipo animista. Siempre será mejor creer en la divinidad de las cosas que no creer en nada. Al fin y al cabo, la Biblia habla de la creación por Dios de todos los seres vivos e inanimados, lo cual les confiere naturaleza divina. Somos parte de un todo en un ciclo continuo donde la materia se transforma en energía y viceversa. Igual que la ciencia no está reñida con la religión, tampoco tiene sentido rechazar otras creencias, siempre que respeten lo fundamental: el derecho a la vida y el amor al prójimo. Las distintas religiones interpretan una misma realidad, adaptada a tiempos y lugares diferentes.
De hecho, las personas sentimos una ligazón especial con algunas cosas que han formado parte de nuestras vidas. Por ejemplo, nadie desea destruir sus fotos, cuesta cambiar de coche o de casa y tirar trastos que ya no sirven. Parece como si, los muebles viejos o los juguetes de nuestros hijos guardaran dentro de sí de algún modo parte de nuestra historia. En mi caso, me encariño tanto que almaceno en casa montones de cosas inútiles. No hace falta que explique lo mucho que se puede llegar a querer a un perro o cualquier otro animal. Así que, ¿por qué no pensar que todos formamos parte del alma del universo?. La religión no debería ser algo excluyente, sino al contrario: tratar de englobar a todos y a todo.