Es una profesión que yo admiro. Será porque soy incapaz de recordarlas caras de la gente y ellos recuerdan siempre quién ha pedido qué: café con leche, cortado, doble, con tostada, con bollería... Incluso, cuando alguien paga varias cuentas, suelen hacer la suma de cabeza. No digamos cuando se trata de primeros y segundos platos. Aparte del malabarismo que hacen con las bandejas y, todo ello, cuidando de que nadie se vaya sin pagar... Me recuerda a las antiguas cajeras de supermercado. Cuando no existían los códigos de barras, se aprendían todos los precios de memoria y tenían que estar atentas de si lo cambiaban. En algunas tiendas, además, hacían las cuentas a mano. Son habilidades que estamos perdiendo, ahora que la tecnología nos resuelve todas las dudas. Creo que el trabajo de camarero debe ayudar a mantener el cerebro en forma.
Además trabajar de cara al público ayuda a desarrollar las habilidades sociales -especialmente la paciencia. Yo quiero que mis hijos vayan a la universidad, pero no me parecería mal que trabajaran un tiempo de dependientes en alguna tienda o camareros. Creo que es un trabajo que también tiene su mérito. No existen malos empleos, sino personas inadecuadas para el puesto. Sin embargo, de momento no he conseguido convencer a mi hijo para que trabaje durante el verano, por más que lo he intentado. Aunque yo ahora soy ama de casa, estuve trabajando dos años como secretaria. Pienso que es bueno para madurar como persona comprender con la práctica que el dinero no es tan fácil de ganar y, por tanto, tampoco se debe malgastar en cosas innecesarias.