De los treinta a los cuarenta años, se puede decir que salí poco de casa; y, cuando lo hacíamos, íbamos todos juntos al campo, al centro comercial o al cine. Además, como mis hijos eran muy enfermizos, casi siempre tenía alguno entre semana haciéndome compañía. Me alegré mucho de no trabajar entonces. Mis hijos se llevaban bien y jugaban entre ellos horas y horas. Pero, como no teníamos con quién dejarlos, mi marido y yo renunciamos practicamente a salir en pareja, y eso resintió un poco la relación. En esa época, estuvimos cinco años veraneando en una caravana de un lado para otro; cosa que nuestros allegados tampoco comprendían en absoluto.
Esta década también se pasó volando y nos encontramos en los cuarenta con tres chicos adolescentes. Recuperamos la libertad de salir juntos como novios e, incluso, viajar solos de vez en cuando. A cambio, nos tropezamos con problemas más serios y difíciles de afrontar, especialmente la muerte de mi cuñado por cáncer. Los cuarenta trajeron también mi descubrimiento de internet. Toda una vida social que yo nunca había disfrutado antes y que, desgraciadamente, tuve que limitar hace un año. Aún, así, sigue siendo importante para mí, sobretodo en lo que se refiere a la lucha contra el aborto. Y, aunque ya estamos llenos de achaques, espero que tengamos fuerzas para seguir por este camino, con la ayuda de Dios.