Pero ¿qué ocurre si, como en el caso de la directora de una clínica abortista de Texas que dejó su trabajo cuando vio la ecografía del bebé que estaba ayudando a abortar, no podemos seguir desviando el tema como lo hemos hecho a lo largo de estos años? ¿Qué pasa si la verdad resulta tan clara y tan convincente que la sociedad no puede seguir manteniendo su indiferencia o su complicidad sobre la gran mentira?.
Pues bien, ese es el momento en que tenemos que hacer lo que está en contra de nuestra naturaleza: tenemos que retractarnos, admitir nuestros errores y cambiar nuestro camino.
Y eso es lo que, en realidad, hizo mi nación gracias al movimiento de los derechos civiles. America cambió porque a los americanos se les llegó al corazón, a ese corazón que la Biblia nos dice que lleva inscrito el designio de Dios. Podemos intentar acallar nuestras conciencias, adoctrinar o medicar nuestras mentes hasta llegar a no poder o querer, pero el sentido del bien y el mal nos ha sido dado a todos y cada uno de nosotros. Fue ese despertar de las conciencias el que cambió la cultura americana sobre el racismo.
Yo creo que ese mismo despertar moral es que puede cambiar cualquier cultura del aborto. No va a pasar de manera repentina. Pero ya está pasando.
Nuestros corazones saben esto. Durante demasiado tiempo hemos mirado para otro lado. No hemos querido sentirnos implicados. Nos hemos autoconvencido que la gente nunca cambiará cuando se decida a abortar. Estoy aquí para deciros que eso no es verdad. He visto el cambio, en mi misma, en otros, en mi nación. Lo que pasó con la esclavitud y el racismo está pasando con el aborto. Los que tienen poder y pueden hablar a favor de los perseguidos deben hacerlo, somos guardianes de nuestros hermanos y lo que les pase a ellos, nos pasa a nosotros.
El Dr. Martin Luther King, Jr. escribió desde su celda de la cárcel que “una injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes”. Cuando un aborto es realizado en Birmingham, Alabama o Birmingham, Inglaterra, ese aborto es un asalto a lo que mi tio Martin llamaba la “Querida Comunidad”.
Mi tío Martin tuvo un sueño. Soñó que viviríamos aquello que es evidente: que todos los hombres son creados iguales. Llamó a América a admitir sus errores y superarlos.
Hoy, yo os convoco, cualquiera que sea vuestra nacionalidad, raza o religión, a admitir vuestros errores y dejarlos a un lado. Estoy convencida de que el rechazo del derecho a vivir es la mayor injusticia con la que nos enfrentamos en la actualidad. No puede haber ninguna justificación del crimen. No hay justicia si excluimos a algunos de la especie humana.
Yo solamente pregunto: ¿cómo puede sobrevivir semejante sueño -el sueño de la igualdad de todos- si matamos a nuestros niños? ¿cómo puede sobrevivir el sueño si negamos a otros su dignidad humana más básica? ¿cómo puede el sueño sobrevivir si no actuamos en su nombre?
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