Es cierto que en los centros comerciales suelen reservar demasiadas plazas de aparcamiento para este colectivo de personas, cuando, por desgracia, la mayoría de ellos no están en condiciones de conducir un coche. Sin embargo, esas plazas no quedan vacías, porque parece ser que en España hay un problema de minusvalía "mental" que afecta a muchos; los cuales deciden aparcar lo más cerca posible de la puerta del establecimiento, aunque no tengan ninguna clase de autorización para hacerlo. En otros países, eso supondría que les pusieran una multa, les llamaran por megafonía o les pegaran un adhesivo en el parabrisas. Aquí, no pasa nada.
Es lo habitual en un país donde las normas parece ser que están hechas para no cumplirlas. Sucede lo mismo con el botellón -teóricamente prohibido- y sobretodo cuando lo protagonizan menores de edad. Después nos alertan de los riesgos del alcohol, pero no hay manera de que la policía actúe. Tampoco los guardas jurados de los centros comerciales están dispuestos a jugarse su puesto de trabajo por perseguir la aplicación de la ley. Así nos va en todos los aspectos de la vida cotidiana. La legislación española es papel mojado, pero a nadie le importa la cantidad de dinero que se ha gastado en prepararla y aprobarla.