Estoy convencida de que la vida te pone pruebas para enseñarte hasta dónde puedes llegar. Hubo un momento en que pensé que yo podía con todo. Así que decidí adoptar un perro sin tener en cuenta mis circunstancias. La realidad me hizo ver que me había equivocado y tuve que pagar las consecuencias. Todavía ahora me produce tristeza pensar que no estuve a la altura que esperaba. Pero, también he tenido que aceptar que nunca seré capaz de conducir por Madrid capital, porque no tengo los reflejos necesarios; o que nunca podré recordar los nombres y las caras de mis conocidos, porque está fuera de mi alcance. Una parte importante del aprendizaje consiste en reconocer tus limitaciones.
Así que llevo ya años escribiendo en contra del aborto, diciendo que un hijo es lo más importante que existe, con independencia de si viene en buen o mal momento. Y me ha tocado vivirlo, como siempre. Pensé que estaba embarazada, a mis cuarenta y cuatro años, y se me vino el mundo encima. Porque yo ya no tengo salud ni fuerzas para cuidar de un bebé veinticuatro horas al día. Lo hubiera tenido, sin duda. No habría abortado de ningún modo. Pero me sentí terriblemente mal. Por una parte, por la preocupación de saber que no me sentía capaz ya de criar un hijo; por otra parte, por la culpabilidad de pensar que yo no deseaba de ninguna manera estar embarazada. Soy una persona de carne y hueso. No soy ninguna santa.
Así que supongo que la experiencia al menos me ha servido para saber ponerme en el lugar de tantas mujeres que se sienten desbordadas por su situación, a las cuales no les entraba en sus planes ser madres, ni cuentan con el apoyo necesario, ni se sienten con fuerzas para ello. Sin embargo, eso no significa que justifique el aborto, porque está claro que el bebé que crece en su interior no tiene culpa en absoluto de las circunstancias en que ha sido concebido. Con la ayuda necesaria, tanto personal como económica, practicamente cualquier mujer puede sacar adelante su embarazo y disfrutar de su hijo, o entregarlo en adopción; en lugar de sentirse desgraciada para siempre pensando que ha matado a su bebé. Todo tiene solución, salvo la muerte.