“Creo que es visible la diferencia sustancial entre llevar a un animal a un matadero para comer y hacer de su muerte, agravada hasta el límite, un espectáculo.
Señores: no se trata de tradición; la tradición jamás puede estar por encima de criterios morales, la tradición jamás puede permitir el sufrimiento de ningún ser vivo. Una sociedad de herencia supuestamente ilustrada, que se pretende a sí misma avanzada en ámbitos morales y que reclama su voz y voto en contra de aberraciones de carácter ético jamás puede defender una actividad que pone en tela de juicio su humanidad, en la medida en que todo hombre no sólo es moral por el respeto hacia sí mismo y hacia sus semejantes, sino por el respeto que guarda a su entorno y a todos las criaturas que le son intelectualmente inferiores, como los animales.
Señores: pido que no malogren el concepto de tradición, ni el concepto de arte, y que miren dentro de sí y reconozcan que el hecho de gozar con la lucha, el sufrimiento y la muerte de un animal, por muy apetecible que nos pueda parecer por razones de diverso tipo (psicológicas, culturales o lo que sea) jamás puede ser considerada sino como una aberración en términos humanos y éticos.
Todos los argumentos a favor de las corridas son rebatidos si ponemos como primer valor en nuestra jerarquía (muchos de ustedes que serán de entre quienes hablan a voz en grito de la pérdida de valores de la sociedad actual:- yo me pregunto cuándo los ha habido-) el respeto a los seres vivos y la reafirmación de nuestra calidad en tanto que humanos racionales que son capaces de establecer imperativos morales por encima de todo deseo, de toda costumbre, de todo interés económico, festivo, turístico o antropológico. No hay nada bello, ni bueno, ni respetable en la muerte de un ser vivo. El mundo ya es suficientemente cruel, y nos lo demuestra cada día, para que ahondemos en el sufrimiento haciendo un espectáculo de él.
Tómense en serio las palabras ética, arte, cultura, y tradición, y sobre todo tómense en serio las palabras ser-humano. “
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