Alguna vez me han preguntado cómo es posible que yo esté casada por la Iglesia, si no estaba confirmada. Digamos que las costumbres religiosas se han relajado en la últimas décadas. El caso es que, ya me he confirmado este año. He recibido la catequesis que me hubiera gustado tener a los dieciocho años. Me apunté a esa edad, pero mis compañeros, con las hormonas alteradas, estaban más interesados en ligar que en hablar de Jesucristo. Ahora, he tenido por fin ocasión de hacerlo con la profundidad que necesitaba. La verdad es que, esta ceremonia no cambia nada a nivel práctico, pero me hacía ilusión renovar mi compromiso con la Iglesia, precisamente ahora, cuando más necesitada está de apoyos.
Eso no significa que no estuviera ya preparada hace veinte años, pero el ambiente no era propicio. He leído hace poco un comentario de una mujer que decía que se alegraba de haber sido madre ya mayor, porque piensa que ahora está más preparada. No estoy de acuerdo. Creo que para amar más siempre se está preparado. El corazón se ensancha. La juventud es el momento adecuado para el compromiso, especialmente con los hijos, que necesitan una enorme cantidad de energía extra y entusiasmo. También es el momento correcto para profundizar en la relación con Cristo. Muchos abandonan la Iglesia poco después de la Primera Comunión y, por eso, nunca llegan a madurar en su fé. Sin embargo, más vale tarde que nunca.