Es curioso por qué hay días en que parece que el mundo está en tu contra. En la caja del supermercado se me querían colar y luego casi me quitan un sitio de aparcamiento. Pongo el ordenador y resulta que el blog no funciona correctamente... Y me pregunto por qué todo me pasa a mí hoy. Otros días, sin embargo, da la impresión de que la gente que no te conoce de nada, te sonríe; que tienes el cartel de ganador colgado del cuello.
Hay días en que todo se tuerce; y otros a los que les faltan horas para disfrutar. Hay épocas en que te duele todo y no levantas cabeza; mientras otras estás pletórico de energía. En el caso del blog, nunca se sabe si el artículo más insignificante va a tener un gran éxito; mientras el que te hacía sentir orgullosa pasará desapercibido. Supongo que ahí está la gracia de la existencia: en esa incertidumbre; pero hay veces en que resulta bastante estresante.
A veces pienso que mi destino no depende de mí, sino que todo está escrito de antemano. No es una idea ilusionante, pensar que no puedes hacer nada para cambiar las cosas. Pero, tal vez el problema es que pienso demasiado y más ahora que he recuperado la inspiración. Me temo que volveré a levantarme de la cama en mitad de la noche para escribir. Parece que no tengo término medio.
Me gustaría sentirme de verdad tan segura como parezco en estas páginas. Quisiera ser más fría y no dejarme llevar por las preocupaciones de cada momento, las pequeñas decepciones y las grandes infamias. Pero, a veces pienso que solamente soy un instrumento en manos divinas y lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Hoy es uno de esos días en que procuro capear el temporal, intentando que mi barco no zozobre y llegue a su destino; sea éste el que sea.