Cuando espero en el coche por las mañanas, siempre pasa una señora por delante con un cachorro de pastor alemán precioso. Se nota que están muy encariñados, que el perro juega con ella como si fuera su madre y ella lo cuida como si fuera un hijo. Ya sé que no es el mismo sentimiento, pero se parece mucho. Yo tuve un hermano perro. Cuando era niña, por diferentes circunstancias no tenía mucho trato con mis propios hermanos, pero mi perro me daba toda la atención y el cariño que necesitaba y yo también estaba pendiente de él. Tengo una buena familia y les quiero, pero el perro me hacía mucha compañía.
Vivió hasta los dieciseis años. Han pasado más de veinte y todavía le echo de menos. Existe un amor incondicional que sólo te puede dar una criatura irracional, alguien que no sepa nada de la envidia ni el rencor. Mi perro era como un ángel para mí. Cuando volvía del colegio desanimada porque no me iban bien las cosas, cuando me quedaba en casa porque no tenía con quien salir, cuando discutía una vez más con mi hermana; mi perro se acercaba a mí porque notaba que le necesitaba y siempre estuvo a mi lado. Nunca podré agradecerselo lo suficiente.
Por eso cuando veo esos horribles festejos que incluyen la tortura y muerte de animales, ya sean toros, gallos o cualquier otro. Cuando veo perros y gatos abandonados y maltratados, o las matanzas de delfines o focas. Cuando oigo que hay gente que afirma que el asesinato puede ser un arte..., se me parte el corazón. Se nota que nunca han conocido lo que es tener una relación emocional con un animal. Incluso aunque los hayan tenido en su casa, no han sabido establecer ese vínculo anímico. No saben lo que se pierden.
Quiero recomendaros este documental: www.loquedeverdadimporta.org/