Tengo un amigo que viaja por todo el mundo debido a su trabajo. Cuando él nos cuenta los desprendimientos de tierras en las carreteras del Himalaya, nosotros alguna vez le hemos contestado que, si quiere emociones fuertes, pruebe a tener hijos. Estoy cansada de oir que el matrimonio siempre acaba cayendo en la rutina y el aburrimiento. Será si los esposos son gente aburrida y rutinaria.
Si su concepto de pareja consiste en trabajar y ver la televisión, lo raro sería que lo soportaran más de cinco años. Como todo en la vida, hay casados y casados. Existe gente que, ya desde su noviazgo, se ve que no tienen nada que decirse; así no es de extrañar que sean incapaces de mantener vivo su amor. Cada día en la vida es diferente del anterior y sólo depende de nosotros conseguir que sea un día especial; si vivimos cada instante como si fuera el último.
Los matrimonios con hijos que se aburren, sencillamente no han entendido nada. Se creen que tener un bebé consiste en pasarse el día cambiando pañales y se pierden todo lo demás. Si hay algo contrario al aburrimiento, desde luego, es tener hijos adolescentes. Nunca sabes por dónde van a salir. Yo no necesito hacer parapente. Ya tengo la noria emocional en casa.
Luego está el otro axioma: los matrimonios ya no se gustan físicamente. Desde luego, después de varios miles de relaciones, el sexo no es un tema que nos obsesione. Pero eso no quiere decir que hayamos dejado de gustarnos, sino que no necesitamos demostrarlo continuamente. Todo en la vida tiene etapas y, lo que no tiene sentido es pretender quedarse en la primera fase de la relación, mientras tu vida, tu mundo y tu propio cuerpo siguen cambiando y evolucionando.