Para quien todavía no lo sepa, he vuelto a escribir. Sucede cuando se ha vivido unos cuantos años, que acabas viendo como el tiempo pone todo en su lugar. Lo que, a escala humana, nos parece un cambio importante, siempre acaba siendo suavizado o incluso borrado por el devenir de la historia. La perspectiva de las cosas y la experiencia nos enseñan que nada es tan bueno o tan malo como parece. Sólo el valor de la vida permanece imperturbable a través del tiempo y el espacio. Ya he contado que tengo la mala costumbre de conocer el desenlace de la historia. Leyendo mi blog, se puede comprobar cómo yo nunca me he creído realmente el tema de la gripe A ni las causas del cambio climático. Tampoco justifiqué nunca la guerra de Irak ni tuve la menor fe en el éxito de la negociación con los terroristas. Me parece algo de simple sentido común, y no entiendo todavía por qué tanta gente se lo cree todo "a pies juntillas".
Para mí saltan a la vista multitud de cosas, como cuando la famosa de turno afirma que su última relación es para siempre; pero no hay más que ver que no tiene una buena base, como de costumbre. Igual que se veía venir la caída de Unión Soviética, aunque no supiéramos el día y la hora. Hay situaciones tan insostenibles que lo raro es que se prolonguen tanto. Estaba muy claro que el crecimiento económico no podría mantenerse a ese ritmo y que estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Pero la gente prefería disfrutar del momento sin preocuparse de las consecuencias. Y, ahora, por fin, reconocen que el descenso demográfico puede llevarnos a la ruina en pocos años. Han hecho falta treinta años para que se dieran cuenta de algo tan evidente... ¿Cuántos años más tendremos que esperar para que empiecen a incentivar la natalidad y a favorecer a las familias?