Es curioso por qué hay gente que piensa que tienen que declararse en contra del hambre, la pobreza, la guerra o el cambio climático. Tal vez suponen que los demás estamos a favor de todo eso. Por supuesto que nadie se va a manifestar pidiendo pobreza. Un acto así presupone que existe un culpable determinado a quien acusar de los problemas y, por desgracia, no es tan fácil. La pobreza en el mundo es consecuencia de múltiples factores culturales, históricos e incluso geográficos. Pero está empeorando con el tema del cambio climático.
"De Boer, que intervino en el Congreso de los Diputados el pasado mes de junio, defiende lo que denomina "un acuerdo equilibrado", consistente en que los países pobres se aprieten el cinturón debido a que, si su hipótesis climática fuera cierta, las naciones ricas se han excedido contaminando para enriquecerse. Claro que el representante de naciones Unidas disfraza su argumento de equitativo reparto:
"Si las naciones industrializadas estarán reduciendo entre un 25 y un 40 por ciento en 2020, pienso que ustedes, países en desarrollo, también en 2020 quizá podrían llegar al 15 por ciento."
El "cambio climático" supone un negocio redondo para los países contaminantes desarrollados:
1. Corta el flujo de ayudas a los países pobres porque se tienen que destinar a la mencionada hipótesis climática en las naciones desarrolladas.
2. Mantiene la dependencia de los países pobres.
3. Permite que los países desarrollados sigan vendiendo bienes y servicios a las naciones pobres, a las que previamente han convencido del cataclismo climático y luego han impedido que se sigan desarrollando".
Estoy de acuerdo en que realmente se gasta mucho dinero en tonterías y se hace poco por solucionar los problemas de los países pobres. Entonces nos corresponde a cada uno contribuir con lo que esté en nuestra mano, es decir, con las ongs. La política internacional de alto nivel y los intereses del comercio mundial es algo que no está en nuestra mano cambiar. Para salir de la pobreza, para empezar, los gobernantes de los propios países deberían estar interesados en ello y eso no suele ser así. Pero lo que es inadmisible es querer hacerles pagar por nuestros errores.
Los países de África que apenas cuentan con treinta años de vida independiente arrastran una serie de problemas endémicos que me temo que costará todavía decenios ir solucionando uno a uno. Precipitarse en cuestiones ajenas a menudo causa más perjuicio que beneficio, como se puede ver por la labor del Banco Mundial. Tampoco sirve de nada buscar culpables a toda costa, porque lo que hay que hacer es mirar hacia adelante y partir de la base de lo que se tiene.
Como dice la Encíclica "Caritas in veritate", para hacer el bien hay que partir de la verdad. No sirve hacer lo que nosotros consideramos bueno sin tener en cuenta las opiniones de los interesados o un análisis riguroso de todas las circunstancias. Todos los que hacen mal, lo hacen pensando que es un bien para los suyos (especialmente los terroristas islámicos), así que no hay que dejar que la emotividad guíe nuestros actos por encima de la reflexión.
Me temo que esta clase de concentraciones está formada por personas cargadas de resentimiento que buscan alguien a quien echarle la culpa de todo. Pero esa culpabilidad es compartida. Aquellos que consumimos productos de las internacionales o del todo a cien, que malgastamos energía comprando el derecho a contaminar de los pobres, o les vendemos armas en lugar de ayudar a su desarrollo; contribuímos a la pobreza, y por tanto no podemos ser juez y parte en este tema.