El otro día me decía una amiga que no hablo nunca en el blog de cosas personales. Es cierto. Cuando empecé, hace casi cuatro años, era un diario personal y tenía muchas anécdotas. Con el tiempo se ha ido transformando en una especie de columna de opinión de periódico. Sin embargo, mientras tenía comentarios, aún se mantenía la relación particular con los lectores. Ahora son artículos de difusión. Sí que echo de menos cuando interactuaba con otras personas y el tema se enriquecía con opiniones ajenas, pero eso es una etapa que ya pasó y creo que no volverá.
Se empezó a estropear el día en que los comentarios ya no eran de los lectores asiduos sino de gente de fuera que no había seguido el blog y naturalmente malinterpretaban mis palabras. Se acabó de estropear en el último año debido a que la sociedad española se fue volviendo cada vez más extremista y ahora resulta que todo lo malo que sucede en el mundo es culpa de la derecha y de la Iglesia Católica. Se echó a perder del todo el día que descubrimos que ya ni los niños no nacidos estaban a salvo de la nueva ideología.
Así que ya no puedo hablar de mi misma, de mis preocupaciones o mis alegrías. Ahora soy un agente infiltrado en internet. Una sola persona intentando mantener los valores de nuestros antepasados, defender la labor de la iglesia y subrayar la importancia de la familia, en una sociedad que no quiere ver ni oir; sólo desea seguir hacia adelante como un burro con anteojeras, sin saber a donde se dirige ni quién la guía. Y a los primeros que tengo que intentar mantener en el buen camino, es a mis propios hijos, lo cual es una tarea bastante más dura y complicada que la que hago por escrito. Es una batalla de todos los días.
Mientras yo me dedico a comentar sobre temas de actualidad, artículos o películas, mis hijos están siendo bombardeados por todo aquello de lo que yo reniego: publicidad consumista, sexo como juego, hedonismo, falta de esfuerzo, triunfo de los mediocres, falta de espíritu de superación personal, agresividad, búsqueda fácil de culpables, falta de responsabilidad, consignas engañosas... Así que, de vez en cuando, me pregunto si no estaré descuidando lo realmente importante, si por querer abarcar el mundo voy a perder a mi familia. Tengo miedo de estar sacrificando mi vida personal en esta causa y no creo que me compense. No estoy tan segura de mi misma como pueda parecer.