Ya se sabe que los premios Nobel no son siempre acertados, pero últimamente no dan una. En el caso de Obama parece que le han hecho un reconocimiento a sus buenas intenciones. Por desgracia, que una persona recite discursos bonitos que otro le ha escrito no significa nada. Es una muestra más de cómo las apariencias se han vuelto más importantes que la realidad. El presidente de EE.UU. apenas lleva nueve meses en el cargo y en ese tiempo no ha hecho siquiera amago de retirar sus tropas de Irak o Afganistán. Es decir, que los soldados a su cargo siguen matando gente en varias guerras. Me recuerda el caso del Ché Guevara (salvando las distancias), que se dedicaba a hacer discursos preciosos mientras él mismo personalmente fusilaba a miles de personas. Obama parece ser que es un firme defensor del aborto además, aún sabiendo que la mayoría de las mujeres que abortan en su país son de color.
Al presidente Obama lo eligieron por ser negro, y ahora le han dado el premio Nobel por el mismo motivo. Además, supone una gran cantidad de dinero que a él no le hacía ninguna falta. Otros candidatos eran el activista de derechos humanos afgano Sima Samar, el primer ministro zimbabwense Morgan Tsvangirai y la ex rehén de las FARC y candidata presidencial en Colombia, Ingrid Bentancourt, y la mediadora de paz colombiana, la senadora Piedad Córdoba. Esta entrega de premios ha resultado ser un ejemplo de cómo la publicidad y la propaganda pesan más que el sentido común. El poder mediático de Obama, transmitido hasta la saciedad por los medios de comunicación, ha sido el verdadero premiado. Mientras, los conflictos olvidados del mundo y los héroes anónimos tendrán que seguir esperando su reconocimiento y los fondos necesarios para continuar con su labor. Ya no se puede confiar ni en el Premio Nobel de la Paz.