Cada vez que pongo la televisión veo a Amenábar anunciando la película Ágora, y me pregunto si no sería mejor que emigrara a Nueva Zelanda, como dice Jiménez Los Santos. A veces me parece que ya no tengo fuerzas para seguir remando a contracorriente y me dan ganas de cerrar mis blogs y dedicarme a otra cosa. Será porque a mí no me paga nadie y nadie me da palmaditas en la espalda. No pertenezco a ningún partido político u organización. Soy sólo yo y mi ordenador, con el único apoyo de mi marido y algunos conocidos. Lo dejaría ya mismo, si no supiera que nadie va a sustituirme cuando me vaya. Somos muy pocos los que realmente comprendemos lo que está pasando, y menos aún los que queremos y sabemos explicarlo. Pero a veces me temo que me estoy dejando la salud en una batalla perdida y que nadie valora lo que hago.
La película Ágora, no sólamente es un ataque generalizado contra los cristianos, sino que se basa en hechos no probados sobre los cuales los historiadores no se ponen de acuerdo. Para empezar, parece ser que la Biblioteca de Alejandría no se destruyó en esa época, sino varios siglos más tarde. La protagonista no era una joven hermosa, sino una mujer mayor que predicaba la filosofía de la castidad y la sobriedad. De hecho, era simpatizante de los cristianos. Parece ser que la acusaron de brujería debido a unas intrigas políticas que le pillaron por medio, por la rivalidad existente entre el obispo y el consul romano. Sobre todo esto tengo datos históricos y citas literales porque me he molestado en investigar el asunto. Sin embargo, me temo que el mal ya está hecho.