Se habla mucho ahora de que la juventud ha perdido los valores. La pregunta es: ¿qué valores?. Existe una moral universal creada a través de los siglos y la experiencia en los más diversos lugares del planeta. Esos valores universales coinciden bastante bien con los diez mandamientos de la ley de Dios: no robar, no mentir, no ser infiel, no matar... Ese orden moral está inscrito en nuestra conciencia. Sin embargo, lo que no se puede hacer es inventarse en pocos años otra escala de valores diferente y querer imponersela a la sociedad por vía de decreto ley o lo que haga falta. Los valores que no resultan naturales al hombre acaban dañando a toda la sociedad. Por ejemplo, al considerar la libertad como el principal fin del ser humano, no estamos teniendo en cuenta que la falta de límites y responsabilidades, no sólo perjudica al que la sufre, sino también al que la ejerce.
Así que, cuando escucho hablar sobre educación en valores a según quién, me quedo más preocupada que antes. Porque, casi resultaría mejor que cada cual vaya descubriéndolos por su propia experiencia, que pretender crear una moralidad a la medida de la ideología de moda, al margen del sentido común y sin ninguna perspectiva histórica. Lo más grave es que se pretende formar a los adultos de mañana con unos postulados que no han demostrado validez universal. Ya ahora estamos empezando a ver las consecuencias de una educación demasiado permisiva; pero, en lugar de rectificar volviendo a terrenos conocidos, pretenden experimentar con nuestros jóvenes, poniendo en riesgo todo un orden social y moral que había costado milenios alcanzar. Todo por pura ambición política.