Hace unos días un niño estuvo a punto de morir ahogado en una piscina pública de Orihuela. Hay que decir que los padres han denunciado al socorrista que le practicó los primeros auxilios que le salvaron la vida. Parece ser que él ya les había advertido a los padres de que el niño, que no sabía nadar, se pasaba a la piscina de mayores sin manguitos ni flotador. Pero los padres no habían hecho caso, porque para eso pagan al socorrista, para que esté pendiente de su niño. Una actitud muy española, eso de delegar la responsabilidad en otros. Bastante sacrificio han hecho ellos con tener un hijo. Ahora que se ocupe el estado de educarlo, cuidarlo y protegerlo. Así nos van las cosas. Y, si además los indemnizan con una buena cantidad de dinero, pues mejor que mejor.
En la playa he visto muchos casos como ése. Niños solos jugando en la orilla del mar o saltando entre olas mayores que ellos. Un pequeñín de no más de dos años perdido, buscando a su familia con ayuda de una señora. Cuando yo tenía niños pequeños, no les quitaba el ojo de encima ni un instante. Mi marido y yo hacíamos turnos para estar con ellos y no empezamos a ir al agua juntos hasta hace un par de años. Pero, sacrificio, es otra palabra pasada de moda. Al fin y al cabo, niños es lo que sobra en el mundo, según dicen; y son una molestia y una carga para algunos. Pensar que hay tantas parejas estériles y cuánta gente no sabe apreciar lo que tiene... Un hijo es un tesoro de valor incalculable. Es lo más valioso que existe.