Se dice de la labor que realizan algunos grupos intentando minar las bases de la familia, provocando con ello la ruptura de las bases de la sociedad. En las nuevas series juveniles se nota mucho. Especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres se llega a dar a entender que ellas son igual de fuertes físicamente. El otro día una chica cogía a dos chicos de su edad por las orejas y los arrastraba, sin que ningunos de ellos hiciera nada por evitarlo. A continuación la protagonista le enseña una cámara de vídeo a un joven, con la cual ha estado grabando lo sucedido entre ellos, y él tampoco hace el menor amago por quitárse de las manos, aunque le comprometa.
Una cosa es que rechacemos la violencia y otra cerrar los ojos a la realidad. De este modo, se da a entender a las niñas que todos los chicos son como serpientes domadas, que se les puede molestar humillar o hasta agredir, porque les han quitado los colmillos. Pero se olvidan de que las boas no necesitan veneno, porque simplemente son más fuertes. Creo que muchos sucesos que hemos oído últimamente se explican por la mentalización inversa de la sociedad. Donde antes el hombre tenía todos los derechos, ha pasado a ser una marioneta con hilos. Naturalmente, hay algunos que no se resignan a ese papel y antes o después acaban saltando.
Yo simplemente les digo a mis hijas las cosas como son: que el respeto tiene que ser mutuo o es falso. Que el hecho de que seamos personas civilizadas no impide que cualquiera pueda perder los papeles en un momento dado. Por tanto, es absurdo querer forzar la igualdad copiando precisamente los aspectos que se critican de las masculinidad: ser dominantes, duras e inflexibles. Ni tampoco colocar a los personajes masculinos de las series como gente débil, voluble o básica. Manipular la realidad a favor o en contra de intereses siempre trae consecuencias graves. Cualquier discriminación es negativa.