Como ya os he contado, voy atesorando anécdotas durante años, de manera que, aunque a veces no les haya encontrado el sentido en su momento, lo acabo descubriendo con el tiempo. Cuando algo me parece inexplicable, no lo descarto, sino que lo retengo en la memoria. Esto me sucedió hace unos diez años en un cursillo que hice de ofimática. Tenían un grupo de compañeras muy agradable, entre las cuales me hice más amiga de dos. Una de ellas era vasca y vive en Madrid en mi ciudad. La he vuelto a ver un par de veces por la calle.
Mi otra amiga es madrileña, pero tiene un apellido vasco bastante llamativo. Al decirselo a la primera, pasó algo extraño: empezó a insistir en que tenía que tener familia vasca. Le dijo que el apellido era antiguo de varias generaciones y que ya no contaba con ningún pariente cercano vasco. Pero la otra chica empezó a enfadarse y repetir que, si tenía un apellido vasco tenía que ser vasca o alguno de sus progenitores. Ya no sabíamos que decirle. Así que le puse un ejemplo: si me llamo Zamorano, ¿tengo que ser de Zamora?, o Sevillano, o Soriano...
Yo creo que todo tiene una razón, pero por entonces no conocía la realidad del País vasco. Que lo que aquí es lógico y natural, allí resulta ser imposible o inaceptable. La única razón es la educación que han estado impartiendo en los colegios. Es fácil adoctrinar a un niño y darle una visión distorsionada de la realidad. En su caso, han modificado la historia, la cultura, hasta la religión para adaptarla a sus propios fines. No saben que existen apellidos vascos por todo el mundo, porque sus antepasados eran viajeros y no le hacían ascos a nadie por aquel entonces.
Ahora que empieza una nueva etapa, no me atrevo a confiar en que las cosas puedan cambiar mucho. Lo que ha costado treinta años construir no va a desaparecer en cuatro. Pero por poco que se haga siempre será mejor que dejar las cosas como están. Espero que al menos no siga muriendo gente por esta causa. El País Vasco es un ejemplo de lo que la manipulación mental puede hacer con unas personas completamente normales. No caigamos otra vez en la misma trampa. No puede haber democracia sin libertad de pensamiento.
Música: la oreja de van gogh - escapar