Dicen que tu destino está marcado por tus vidas anteriores y tienes que pagar las consecuencias de tus actos. De ser así, no hay duda de que en otra vida yo debía ser una persona terrible. Me imagino que me importaban poco los demás. Por eso, ahora soy hipersensible y sufro tanto por temas como el aborto. Supongo que era una persona segura de mí misma y despótica. Ahora me pierdo en un mar de dudas y me ahogo en un vaso de agua. Debía de llevar una vida lujosa y regalada. Ahora sé que muchos dependen de lo que yo haga y no puedo dejarlo. Supongo que yo misma era mi prioridad. Por eso he pasado al final de la lista y me toca sacrificarme por todos. Debía llevar una vida activa y frenética. En esta vida me he pasado horas, días y meses esperando a que las cosas cambien por sí mismas, a encontrar el amor, a que crezcan mis hijos, a que tengamos tranquilidad económica...
A veces miro alrededor y, aunque no me cambiaría por nadie, me pregunto si algún día llegará mi turno. Renuncié al papel de protagonista y me quedé con uno de extra. Ya sé que nunca me pagarán por mi trabajo. Me quedé con mi familia voluntariamente y lo he disfrutado muchos años, pero cada vez queda menos para que mis hijos se vayan de casa, y entonces ya no tendrá mucho sentido que yo me quede. Cuando veo a otras mujeres de mi edad, que tal vez no tienen lo que yo tengo; pero salen, viajan, van de compras, se arreglan, tienen amistades y, de alguna manera, conservan la juventud que yo ya he olvidado; no puedo evitar sentir algo de envidia. Algo debí hacer muy malo en otra vida para que no me pueda permitir siquiera amigos con quien hablar, ni una escapada con mi marido, ni un capricho, ni el reconocimiento público por mi labor de escritura.
Pero, después de pensar eso, siempre me siento culpable, porque sé que otros están mucho peor que yo. Y me da miedo que, por quejarme, pueda poner en riesgo algo de lo que he logrado, que, no será mucho, pero es infinitamente valioso para mí.
Música: amy macdonald - this is the life