Cuando me saqué el carnet de conducir, me hice bastante amiga de mi profesor de la autoescuela y pasábamos el tiempo hablando. Recuerdo que me dijo que pasaba miedo conmigo. No soy buena conductora, tengo pocos reflejos y no me gusta el tráfico. Pero no se refería a eso, sino a que cambiaba mucho de un momento a otro, según cómo me sintiera. Tan pronto iba demasiado tranquila, despacio, dejando pasar incluso a los que no debía; como iba demasiado segura, tomando decisiones drásticas en los cruces y atajando en las curvas. Creo que es una buena definición de mi personalidad.
Ya he contado que de pequeña era muy tímida, pero tenía carácter; así que me decían a menudo aquello de "caray con la mosquita muerta", cosa que a mí me molestaba mucho. Es triste pensar que cuando vas de persona educada por la vida, sin meterte con nadie ni querer llamar la atención, los demás suponen que no tienes nada que ofrecer, que eres tonto. Eso sí, te reconocen como una buena persona, sólo faltaba que no lo hicieran. Se supone que sólo es bueno el que se mantiene al margen y pone la otra mejilla, como los santos. Pero si quieres cambiar las cosas porque no te gustan, entonces pierdes la santidad.
No me gusta hablar tanto de mí misma, pero tampoco quiero que me malinterpreten. Confieso que soy yo la misma persona que se emociona hasta con los dibujos animados, que se derrite viendo cualquier animalillo, que intenta disfrutar de cada minuto del día. Soy yo la misma que me indigno ante los intereses egoístas que promueven el aborto, ante los nacionalistas acérrimos, ante los defensores de la tauromaquia; y, especialmente, ante aquellos que siguen indiferentes siempre que no les priven de sus propios placeres. Lo que siempre he llevado peor es lo que se llama tener "sangre de horchata" y querer mimetizarse con el entorno.
Así que creo que he renunciado a ser buena. Me limito a ser consecuente. Tener personalidad propia es lo más importante y lo que intento promover en mis propios hijos. Saber lo que quieres y por qué lo quieres. No dejarse llevar por la moda, la opinión pública, la actualidad. Eso es lo que distingue a una persona de un borrego. No estoy loca, no tengo varias personalidades. Simplemente reacciono según la situación y los sentimientos que me produce. Pero ante todo procuro enterarme de todos los detalles al respecto. No se puede formar una opinión sin tener todos los datos. Tampoco se puede juzgar a una persona sin conocerla totalmente.