Dice a veces mi hija que mi marido y yo somos unos inmaduros, porque nos hacemos bromas infantiles, nos llamamos por apelativos cariñosos, y, a nuestra edad, seguimos prefiriendo algunos dibujos animados a las películas de adultos. Yo le digo que es bueno intentar mantener la inocencia toda tu vida. Si eso es ser inmaduro, no tengo ninguna intención de madurar, porque me encanta conservar ese espíritu en nuestra casa. Ya tenemos tiempo y ocasiones para preocuparnos, ponernos serios y luchar por nuestros principios, pero en familia intentamos cultivar la alegría y disfrutar de cada detalle.
Dice la tutora de mi hijo que él es del grupo de los que han madurado más tarde. Supongo que se refiere a que no pretende llevar vida de adulto, bebiendo, fumando y practicando sexo, como algunos de sus compañeros. Me pregunto cómo es posible considerar inmaduro a un chico que sabe lo que quiere, trabajador, cariñoso, familiar y que no da apenas problemas. Tal vez es que el concepto de madurez también se ha pervertido en estos tiempos del "todo vale". Parece ser que prefieren a los chicos que no tienen opinión propia. Ahora resulta que ser tú mismo es ser inmaduro, porque vas en contra del "pensamiento único". Esto cada vez se parece más a la novela "Un mundo feliz".
Leí el otro día una carta al director curiosa. Decía el autor que se alegraba de haber sido siempre una persona mediocre (sin doble hipoteca, créditos varios, fondos de inversión o vicios caros). Estoy de acuerdo. Yo también estoy orgullosa de ser mediocre e inmadura. Pero la verdad es que me preocupa mucho pensar que mis hijos también van a ser rechazados por algunos que consideran que, lo que antes eran virtudes ahora son defectos, y viceversa. Yo sigo pensando que mi hijo es muy maduro para su edad y que los mediocres son aquellos que quieren ganar dinero sin ningún esfuerzo, para poder dilapidarlo en cosas innecesarias.