El cura de mi parroquia, que es bastante joven, decía que el Miércoles de Ceniza está la iglesia más llena que nunca, con gente que no han visto nunca antes, ni vuelven a ver después. Así que nos explicaba que la imposición de la ceniza no es un ritual mágico para alejar a los malos espíritus. Es una purificación simbólica para la Cuaresma. Con la misa del Domingo de Ramos pasa lo mismo. Hay gente que no cree en Dios, pero va a misa dos veces al año, por si acaso. No sea que al final exista, y así al menos no podrá decir que no ha ido nunca a misa.
Esto denota una actitud infantil, propia de quien todavía se imagina el infierno con sus llamas correspondientes. Realmente creen que es tan fácil contentar a Dios. No se imaginan que, si es omnipotente, no necesita preguntar nada para saber exactamente la profundidad de nuestra fe. Se creen que lo único que importa son los rituales y no el testimonio de vida de creyentes o no creyentes. Yo estoy convencida de que mucha gente que ni siquiera conoce el cristianismo alcanzará la gloria, mientras otros que hacen lo contrario de lo que predican se quedarán en la puerta.
También creo que aquellos que se arrepientan, aunque sea en el último momento, quedarán libres de sus culpas por graves que sean. Pero los que se crean a salvo, por haber vivido siempre en terreno neutral, dando la razón a unos o a otros, según como pintaba la historia, se llevarán una sorpresa. Este verano os pedí que aprovechárais para visitar alguna iglesia cuando nadie os conociera. Hoy quiero pediros lo contrario: que no vayáis a misa por quedar bien, que no participéis en las celebraciones religiosas sólo por la fiesta posterior.
Vale más un minuto de oración sincera que el sacrificio de asistir a un par de ceremonias. Espero que lo paséis bien, y que también encontréis un minuto para pensar en lo que se conmemora estos días.