Creo que ya escribí sobre este tema en el otro blog. Si hay algo a lo que no debemos renunciar nunca es al sentido común. La sabiduría popular mediante el refranero dice aquello de: nadie da duros a cuatro pesetas. Cuando una marca acepta fabricar productos para otros bajo otro nombre, y venderlos más baratos, evidentemente baja también la calidad. Porque de otro modo estaría haciéndose la competencia desleal a sí mismo. La gente pensaría: si es tan bueno como X, ya no voy a comprar más que el barato, naturalmente.
Pero también puede ocurrir que sean perjudiciales para nuestra salud, porque sustituyen los aceites por grasas hidrogenadas, y el azúcar por fructosa, que sale más barato. Así que cuando el gobierno se dedica a aconsejarnos que compremos estos alimentos, están perjudicando a la industria nacional, a nuestra salud e incluso al medio ambiente. A veces el ahorro consiste en no ser tan cuidadoso con los materiales de embalaje y los residuos. Aunque realmente el problema es que el mercado libre funciona como un ecosistema donde las injerencias externas sólo solucionan un problema a costa de crear otros.
Renunciar a las marcas españolas sólamente perjudica a los trabajadores de esas empresas que, probablemente tengan que reducir plantilla o cerrar alguna fábrica. Cosa que, por supuesto, nadie hace por gusto, sino para evitar que se arruine la empresa y tenga que dejar a todos los trabajadores en la calle. Así que no tiene mucho sentido seguir gastando dinero en cosas innecesarias y luego querer ahorrar en lo más importante: en la calidad de los productos, que puede afectar a nuestra salud.
Música: fuego en el fuego.