Creo que estoy de aniversario. Un día de abril hace tres años empecé a escribir en internet. No sé exactamente cuál porque borré los primeros post. Me han preguntado por qué lo hice: porque había publicado lo mismo en dos blogs y uno tuve que borrarlo, así que no quería que me localizaran los comentaristas del otro blog con los cuales no quería mantener ningún tipo de relación. Sin embargo, aunque haya cerrado los comentarios, sí que sigo en contacto con los enlaces de este blog, porque sigo entrando a veros en el reader. Hoy es uno de esos días en que me entran ganas de publicar mis apellidos, pero no lo haré por razones obvias.
Honor y dignidad. Dignidad: Respeto que merece alguien, sobretodo uno mismo. Sobre la dignidad ya escribí un post en ya.com hace tiempo. Se trata por una parte de mantener el control de tu cuerpo y de tu vida, sin dejar que te utilicen como un objeto. Por otra parte, también consiste en no rebajarse al nivel de los que te atacan. Mantener la dignidad supone saber conservar la frialdad y no perder los papeles, aunque a veces no es tan fácil. Honor: gloria o buena reputación.
El honor tiene más relación con la familia, con tus ancestros, tus hermanos y tus hijos. Especialmente con los apellidos que llevas. Esa es la razón de que no firme mis artículos, porque no quiero perjudicar a aquellos que se relacionan conmigo familiarmente y que tal vez ni siquiera están de acuerdo con lo que escribo. El honor es tu contribución a la historia de tu familia. En Japón, por ejemplo, es motivo suficiente para suicidarse con tal de no mancillar el honor; en otros países, incluso, puede ser motivo para matar o expulsar a alguien.
La dignidad y el honor movieron a nuestro país durante siglos, aunque a veces degeneraran también por su uso, convirtiéndose en excusa para los duelos continuos. Sin embargo, ahora se echan de menos, cuando la gente sólo vive para el presente, olvidando su contribución a la sociedad, el mal ejemplo que puedan estar dando a los jóvenes, o la vergüenza que puedan causar a su propia familia. No puede haber honor o dignidad cuando una persona no es consecuente con sus actos. La hipocresía es la antítesis de estos conceptos.
Estaba diciéndoles a mis hijos la clásica frase de, mientras vivas en nuestra casa tendrás que cumplir con nuestras normas. Cuando me contestaron que, el día que me vaya haré lo que quiera. Eso es incompatible con lo que estoy diciendo. Una persona digna y honorable no actúa así porque le estén mirando, porque haya una autoridad presente o porque vaya a sacar un beneficio. Cumple con su deber porque se lo debe a sí mismo y a su familia. En nuestro país debe ser uno de los pocos lugares del mundo donde se han perdido completamente estas nociones, junto con el patriotismo, pero depende de las nuevas generaciones recuperarla y tal vez todavía estemos a tiempo.