Hace casi treinta años que leí la primera edición de
«Contra toda esperanza», el escalofriante alegato que publicó Armando
Valladares contra el régimen de Fidel Castro por el simple procedimiento
de relatar sus veintidós años en las ergástulas de ese régimen. Aquella
descripción de podredumbre humana y de capacidad de resistir frente al
mal me impactó tan profundamente que recuerdo una noche de aquel agosto
de 1986 en la Plaza Porticada de Santander. Joven reportero en los
albores de mi vida profesional observaba a mis colegas intentando
descubrir entre el público alguna cara conocida a la que retratar. Al
fin un veterano periodista exclamó: «¡Está Valladares!». Recuerdo la
emoción que sentí ante la posibilidad de poder ver al héroe cuyo
escalofriante relato acababa de leer. Fue una emoción efímera, claro.
«Mi» Valladares no hubiera provocado un interés comparable con el que
suscitaba el Valladares que estaba ese día allí: el actor Paco
Valladares.
Armando Valladares fue liberado de las cárceles cubanas por
la presión de Ronald Reagan y después de ser nacionalizado
norteamericano, fue embajador de Estados Unidos en la Comisión de
Derechos Humanos en la ONU en Ginebra. El pasado jueves Valladares
reapareció en la escena política norteamericana con un demoledor
artículo publicado en «The Wall Street Journal.» (Dos millones de
ejemplares vendidos cada día). El título lo dice casi todo: «Obama’s New
Cuban Partners, My Old Jailers» (Los nuevos socios cubanos de Obama son
mis antiguos carceleros). El texto pone de manifiesto mejor que ningún
otro cómo la Administración Obama ha rendido lo que ese país ha
representado a lo largo de la Historia frente a los totalitarismos de
toda jaez. «Es una tragedia que nuestro secretario de Estado estuviera
en Cuba el 14 de agosto y no fuera capaz de hacer la más simple petición
para el pueblo de Cuba: la de libertad de expresión y de religión (...)
La apertura de la embajada norteamericana fue poco más que una
fanfarria con la que aplacar a periodistas y acomodaticios diplomáticos
de la escena internacional. Se excluyó a los disidentes. Aunque hay
muchos en las calles de Cuba, mantenerles alejados del ojo público erige
otro tipo de prisión. Una prisión que contiene la verdad en una bolsa
esterilizada para proteger la imagen cuidadosamente elaborada de que los
hermanos Castro son razonables.
El propósito es legitimar su dictadura
que no ha celebrado elecciones en 50 años y ha sido construida sobre la
sangre de prisioneros [de conciencia] (...). Durante décadas, muchos han
protestado contra la política cubana de que los derechos se originan en
el Estado, que son un regalo de Fidel que puede quitarte tan rápido
como te los da. Estados Unidos se funda en el principio de que los
derechos vienen de Dios, que preceden al Estado y no pueden ser
usurpados. Si América empieza a ceder en ese principio, estará firmando
su sentencia de muerte (...). Nuestro Gobierno, si pretende sostenerse
sobre los principios sobre los que se fundó América, tiene la obligación
de decir la verdad y exigir al Régimen de Castro los derechos que
tienen los cubanos por su condición de seres humanos. No hacerlo es
decir, sin decirlo, “Estamos con Fidel”».
Se puede decir más alto, pero no más claro. Y lo dice no
alguien que está ya disfrutando de su retiro, lo dice quien se pasó
veintidós años en las peores prisiones de América por decir estas mismas
verdades. Y que hoy es un ciudadano norteamericano con una autoridad
moral difícilmente discutible a la hora de cuestionar lo que ha hecho
Obama. Mas ya sabemos lo que los principios éticos y morales son para
esta administración que padece Occidente: una filfa.
http://www.abc.es/lasfirmasdeabc/20150823/abci-maura-autoridad-moral-201508221941.html