Se trata de odio. Un odio revanchista,
vindicativo, resentido, recalentado en un microondas ideológico. Un odio
inflamado que ha encontrado cauce, por fortuna incruento, en la
desmesurada violencia verbal que azuza la jauría del ciberactivismo en
las redes sociales. Un odio que ha encendido en una parte de la
izquierda la chispa de la ruptura civil que la Transición dejó apagada
por miedo o por cordura. Y son las nuevas generaciones, las más alejadas
del conflicto que hirió nuestra convivencia en el siglo XX, las que han
resucitado con pasmosa inconsciencia el discurso cainita, el rencor
retroactivo de la catástrofe.
Las infamias y barbaridades del concejal Zapata
podrían constituir sólo una anécdota, un incidente político medio
zanjado por la alcaldesa Carmena al medio obligarle a presentar media
dimisión. La categoría la representa el enconado cerrilismo con que sus
partidarios han apretado filas ante una evidencia que debería
sonrojarles. La ofuscación exaltada y el entusiasmo espeso con que
absuelven una flagrante indignidad desde el más obnubilado y aberrante
sectarismo. El lenguaje vomitivo y feroz –banqueros ahorcados,
adversarios en la guillotina, víctimas humilladas– con que llevan meses
trivializando el fanatismo y la barbarie. Ese sombrío furor extremista
demuestra que bajo su retórica de dignidad y sus banderas de justicia no
traen un proyecto de regeneración sino de una abstracta, obtusa
venganza.
Durante mucho tiempo, en ese ahora denostado
«régimen» constitucional, la pulsión rupturista encontró el freno
sensato de la socialdemocracia. Antes de sumergirse en el vértigo del
poder por el poder, el felipismo embridó las tentaciones de vendetta social
al sumergirlas en el programa de refundación democrática. Pero el PSOE
actual se ha descompuesto, ha perdido durante los años de crisis su
hegemonía en la disputa del voto pragmático, ha extraviado su papel de
partido-guía de la izquierda y se ha abrazado a los radicales para
tratar de auparse sobre su propio fracaso. Los pernos que desatornilló
el zapaterismo con su empeño revisionista de la Transición han acabado
de soltarse. El siniestro eslogan del miedo que cambia de bando
representa la verdadera naturaleza de este método antagonista que se
jacta de recuperar la amenaza, el dicterio y el acoso como herramientas
normalizadas de acción política.
Esta escalada de crispación antisistema tiene
lugar en medio de un panorama político desestructurado e inconsistente,
en el que frente a una derecha torpe y autista y a una socialdemocracia
átona y sin ideas se crece una ultraizquierda sugestionada de vocación
revolucionaria. Síntoma de que algo se ha roto en la médula de la
sociedad española durante esta larga crisis cuyas secuelas de
empobrecimiento material han deshecho la cohesión institucional y
escombrado los intangibles morales. Mal diagnóstico. Complicado remedio.http://www.abc.es/lasfirmasdeabc/20150617/abci-pernos-flojos-201506161940.html