Mª Carmen González Rivas, psicóloga y escritora, en CíViCa: "La
aceptación de la polaridad heterosexual es básica, para la
fundamentación antropológica que subyace a la comunidad conyugal".
REDACCIÓN HO / Mª Carmen González Rivas.- La relación personal más intensa y auténtica entre dos personas es la del encuentro:
consiste en una experiencia personal radical en la que dos personas se
hacen presentes de modo significativo, dándose, acogiéndose mutuamente y
estableciéndose entre ellas una comunión fecunda.
Cuando uno vivencia el encuentro, no implica exclusivamente darse cuenta
de la existencia del otro sino también la vivencia de su ser bueno, y
en esa medida es deseable que el otro exista. Al advertir la existencia
del otro y adquirir conciencia de la bondad de su existencia, se
incorpora el otro en el proyecto vital. Es pues, el salto del individualismo, al personalismo. No hay un yo sin Tu. El tú comparece cuando un yo sale de sí, se funda en nosotros.
Así pues si todo verdadero encuentro busca la "voluntad" de promoción
mutua, cuanto será sino el encuentro entre los esposos, donde la
realidad conyugal se ve trascendida mucho más allá de si misma. Es esta diferencia heterosexual la que nos brinda no una unión fusional sino de complementariedad. Pues en ella no prima la igualdad sino la diferencia
que interpela a los esposos para acogerse; en ese momento hay una
aceptación que lo es también en toda su proyección temporal: querer al
otro por lo que ha sido, por lo que es y por lo que será. Y así mismo
confirmarle, afirmar al otro "varón respecto de la mujer" y "mujer respecto del varón".
Fruto de este encuentro ha brotado la conyugalidad. La aceptación de la polaridad heterosexual es básica,
para la fundamentación antropológica que subyace a la comunidad
conyugal. Esta dimensión sexuada de la corporeidad afirma a los esposos
en lo conyugal, una sola carne alejada por supuesto de la malentendida fusión,
ya que ambos siguen siendo dos personas y dos naturalezas
individualizadas. Así mismo dentro de esta complementariedad nace la experiencia de la alteridad,
que es reconocer al otro como diferente a mí. Es en este momento cuando
la pareja ha logrado dar ese gran salto de un amor espontáneo y
egocéntrico basado en intereses y necesidades propias, a ese amor de
pareja que crece al alimentarse de la vivencia de la alteridad.
Y es que incluso estas diferencias entre hombre y mujer se han comprobado a nivel neuroanatómico. No es pues erróneo pensar que somos diferentes, frente a una continua 'igualdad enmascarada' que se trata de divulgar hoy en día
y que nos hace continuamente compararnos y anular nuestras diferencias y
no aprovecharlas; así las mujeres tienen una mayor habilidad para
hablar de los sentimientos, de la filosofía de la vida y espiritualidad.
Ellos suelen hablar el lenguaje de la razón, de la solución de
problemas y aspectos pragmáticos.
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