Algo está pasando y no me cabe la menor duda, lo más grave de todo es
que no queremos darnos cuenta que tenemos un serio problema, y no somos
capaces ni de reconocerlo ni de ponerle solución.
Estando en una sociedad cada vez más modernizada que ha dejado
obsoletas a la mayoría de las películas de ciencia-ficción, estamos
diluyendo lo más importante, el sentimiento de ser mejor persona, de
superarnos, de ser mejores cada día.
Hoy todo vale, hemos cambiado los pronombres plurales (ellos,
vosotros y nosotros) por el de primera persona singular. El yoísmo es la
gran cultura de esta sociedad cada vez más fría y superficial y que no
se ocupa del resto. Lo que importo soy yo, los méritos a mí, los favores
a mí, los halagos a mí. Pero… ¿Yo qué hago por los demás? La respuesta
tiene dos sílabas, cuatro letras: NADA.
No hacemos nada, no solo por nuestros amigos, que ya son meros
conocidos de encuentros casuales en bares y cafeterías, mucho menos por
los vecinos a los que ni conocemos en la mayoría de las ocasiones y
tampoco saludamos cuando nos los encontramos en la calle, sino peor aún,
no hacemos nada por nuestras propias familias.
Estamos tan preocupados en quejarnos por nuestro poco tiempo, por
nuestros problemas laborales, matrimoniales y esas tan de moda crisis de
los cuarenta, cincuenta, y un largo etcétera de motivos para quejarnos
cuando realmente lo que estamos haciendo es ser avestruces que esconden
la cabeza ante sus problemas.
Si un hijo no va bien en los estudios lo excusamos diciendo que es
torpe, o hiperactivo, o disléxico, existen cientos de etiquetas para
llamar a un problema que a lo mejor hemos provocado nosotros mismos con
nuestra falta de atención.
También nos dedicamos a criticar a la Iglesia y sus tesoros del
Vaticano y decimos que por qué no los venden para que coman tanto
moribundo que hay en África, y claro digo yo, si Iglesia somos todos,
¿Cuántos de nosotros prescindimos de unas cañas y unas tapas un sábado y
vamos al cepillo de cualquier humilde parroquia a entregarlo o a
Cáritas o alguna ONG?
El otro día dejé callada a una compañera de trabajo con ese
argumento. ¿Qué hacemos por los demás? Casi nada, por no decir nada. Y
lo peor cuánto más tiempo pase peor será, pero bueno quizás yo sea una
visionaria o simplemente heredera de Don Quijote, con mis locuras y
batallas contra los molinos de viento.
http://porlafamiliaporlavida.wordpress.com/2013/07/29/algo-esta-pasando-y-no-lo-queremos-ver