REDACCIÓN HO.- A los 11 años, Imre Téglásy conoció la verdad que marcó su vida. «Oí una charla familiar. Mi padre contaba la historia a unos parientes. De golpe tuve un sentimiento de tristeza. Comprendí claramente por qué la relación con mi madre era tan complicada», revela Téglásy. «A los once años, los padres quieren mucho a sus hijos. Normalmente la relación es buena. Pero había algo que fallaba con mi madre. Fue como un terremoto en mi corazón. Comprendí que era un superviviente del aborto», añade en un vídeo del programa Central and Eastern Europe: A Return to Life (Europa central y del Este: vuelta a la vida), que emitirá el próximo 20 de enero la cadena estadounidense EWTN.
Su padre le salvó
El padre de Téglás, católico practicante, fue alcalde de Budapest. Tras la Segunda Guerra Mundial, tuvo que abandonar la capital magiar, expulsados por los comunistas que tomaron el poder. Las condiciones de vida familiares se convirtieron en miserables. Su madre se quedó embarazada y quiso abortar; sin embargo, «su padre, y el hecho de que el aborto no les era accesible, es lo que salvó su vida. Su madre incluso trató de tomar píldoras para interrumpir el embarazo. No lo consiguió», cuenta Joseph Meaney, director de la coordinación internacional de HLI.
La relación entre Téglásy y su madre en la infancia la califica este de «complicada». La sintonía emocional la tenía con el padre. Con su madre, finalmente, se reconcilió en el año 2000, poco antes de que muriera. Afirma
Téglásy que «mi padre estaba muy en contra de la tentación abortista de
mi madre. Desde luego había conflicto entre ellos. Él era un católico
muy convencido. Pertenecía a una familia de nueve hermanos. Sus padres,
mis abuelos, eran también muy católicos. Aceptaban el don que Dios les
daba, el don de los hijos».
"El aborto es el problema del mundo"
Téglásy, también católico, es padre de familia numerosa
(seis hijos). Considera que su propia biografía lo ha destinado a luchar
por la vida. Muchas personas intentaban reprimir la cuestión de aborto, la tratan como un tabú, concluye Téglásy. «Más tarde comprendí que no era solo mi problema personal. Es el problema de mi país, es el problema de Europa y es el problema del mundo entero».
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