Una luz amarillenta regalada por unas bombillas de siempre
daban vida sombría al interior del vagón del metro, asientos de madera,
escasos, asideros de hierro y metal por todos lados. A veces la luz variaba de
intensidad según las subidas y bajadas de tensión eléctrica… una experiencia
fantástica, una aventura más para cualquier niño de mi corta edad….
Viajes en metro inolvidables de la mano de mi madre, cuando íbamos
a casa de unos tíos suyos en el centro de Madrid… el tiempo no corría tanto, ni
nosotros lo achuchábamos tampoco… todo sucedía en su momento, a su ritmo, las
aceleraciones en épocas de aceleración, el tran tran habitual durante el resto
del año… y luego las calles más
humanizadas, más diálogos, menos soledad… recuerdo la casa de esos tíos de mi
madre con cariño, era un bajo, más bien semisótano, vivían en un semisótano en
pleno Madrid, con su taller de costura… su
casa y su trabajo a la vez…
Añoro aquellos años donde todo era más manual, más palpable,
más cercano… echo de menos las costumbres, las maneras de celebrar las cosas,
de pasar fiestas navideñas, veraneos, cumpleaños...
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Cierto es que el tiempo a medida que vas cumpliendo años
parece correr más, pero no es menos cierto que gran parte de culpa, o toda, la
tenemos nosotros, que vamos forzando las horas, los días, los meses, los años,
vamos pasando todo demasiado rápido, sin pausas, sin mirar ni observar,
sobrevolamos casi siempre de manera
superflua, se ha perdido mucha profundidad de antaño… la velocidad no es buena
a la larga porque se pierden muchas cosas que ver a través de los ventanales de
la vida…
Voy a ver si logro ralentizar un poco el tiempo, para poder
mirar tranquilamente atrás y disfrutarlo, y no perderme así tampoco nada de lo que depare el destino…
Un abrazo. Mare@
http://al-tren.blogspot.com.es/2012/10/al-tran-tran.html