Mike Aquilina es vicepresidente del St.
Paul Center for Biblical Theology y tertuliano habitual junto con el
teólogo Scott Hann en la cadena de televisión EWTN. En una entrada
publicada en su blog Fathers of the Church
(24-01-2011), explica por qué la cultura cristiana constituye hoy un
seguro de vida para los bebés con síndrome de Down frente al paganismo
libertario.
La columnista del Washington Post
Patricia E. Bauer tiene una hija -Margaret- con síndrome de Down. En
una ocasión, Bauer tuvo que aguantar la bronca de un moralista de una
universidad de la Ivy League, quien aseguraba que las madres a las que
les comunican que van a tener un hijo con síndrome de Down tienen la
“obligación moral” de poner fin a su embarazo.
Aquilina lo compara con las prácticas
aceptadas en el ambiente pagano en que nació el cristianismo. Los
descubrimientos arqueológicos han revelado la carta de un comerciante
que escribía a su mujer: “Si das a luz a un niño, consérvalo; si es una
niña, elimínala”.
Su tesis es que el libertarismo que
impregna la cultura dominante actual no difiere demasiado de los tiempos
primitivos del paganismo, cuando el aborto y el infanticidio iban de la
mano. “Después de todo, hemos llegado al punto exacto dónde nos
encontrábamos antes de la expansión del cristianismo”.
Fueron precisamente ese tipo de
prácticas inhumanas lo que, a juicio de Aquilina, pusieron en un aprieto
al paganismo. “El aborto y el infanticidio condujeron a bajas tasas de
fecundidad, a una elevada tasa de mortalidad materna, a un menor número
de candidatas al matrimonio y a la ausencia de una red de apoyo familiar
a los mayores”.
A la vista de este panorama, algunos
emperadores romanos dictaron leyes para intentar incrementar la
fecundidad. Pero las leyes sirvieron de poco. “Además de matar a los
bebés, al aborto fue minando poco a poco el amor de las parejas. A eso
hay que añadir la querencia de la sociedad pagana por un estilo de vida
inmoral y comodón que les llevaba a saltar de placer en placer, sin el
estorbo de los niños”.
Aquilina cree que hoy asistimos a una
crisis semejante. “Los críticos del cristianismo aseguran que desean
promover la tolerancia, la acogida a los demás y una sociedad inclusiva.
Pero a lo que realmente aspiran es a favorecer una sociedad que dé
rienda suelta a todos los vicios y a algunas crueldades”.
En estas circunstancias, ¿qué puede
ofrecer la cultura cristiana a esa mayoría de la población que no se
identifica con el paganismo libertario? Lo mismo que aportaron los
primeros cristianos a la sociedad de su tiempo: acogida y compasión
hacia los más vulnerables.
“Fueron los cristianos quienes crearon
la primera sociedad tolerante, abierta e inclusiva, así como un notable
sistema de bienestar. Y no lo hicieron sólo porque, a diferencia de sus
gobernantes, tolerasen al pobre y al débil, ni porque les
amaran con un amor basado solamente en afectos humanos. Sino porque
veían al último miembro de la familia humana como imagen de Dios; como
Cristo que debe ser acogido; como ángeles que requieren hospitalidad”.
Aquilina concluye su artículo citando
una frase de la Didascalia: “Las viudas y los huérfanos han de ser
venerados como el altar”. Y añade: “De ese respeto por la vida surgió la
verdadera seguridad social, la auténtica estabilidad y la prosperidad.
De esa veneración nacieron muchos hijos queridos y encantadores como
Margaret”.
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