La propuesta consiste en no realizar deber escolar alguno durante 15 días que habrán de servir como tiempo de reflexión sobre lo que se vive actualmente en las familias. Hoy, las tareas escolares son un referente más que influye en la dinámica de cualquier familia, y a veces lo hace tan poderosamente, que en momentos concretos acaba siendo un desastre lo que en principio fue pensado como algo bueno, necesario y positivo.
Considero que las tareas escolares son senciales para que el niño adquiera una responsabilidad sobre su mundo, su futuro, sus perspectivas y cierta madurez sobre la gestión de su tiempo; a ellos sólo compete el modo, el cómo, y la forma en que habrá de distribuir su tiempo. Al menos, así era antiguamente. Me pregunto qué está sucediendo en el sistema educativo hoy, o cómo son hoy las generaciones, para que esas tareas escolares que en principio son una posibilidad formativa y educativa más, influyan tan poderosamente en las relaciones familiares, Y lo hacen de tal modo que incluso arrasan tanto con la dinámica interna de la familia, como con su proyección social.
No es la primera vez que me toca diseccionar todo un fin de semana para encontrar un tiempo considerable dedicado a éstas tareas que los niños tienen que realizar. Si ese fin de semana es un puente, entonces hay que estar ya preparado, porque a la vuelta es seguro que cae algún examen. Yo me pregunto entonces por qué estos peques no tienen tiempo para descansar. ¿No descansamos todos? Luego está ese otro lado más sibilino, el de la culpa, cuando se da por hecho _explícita o implícitamente_ que si el niño no ha hecho los deberes es porque sus padres no se han sentado con él a hacerlos, cuando es el propio padre el que recibe la reprimenda _directa o indirectamente_ mientras se le va quedando cara de póker. La familia ha de estructurar su tiempo para que los deberes sean realizados, pero no son responsables de ellos. El responsable es el niño.
Es agotador que después de la rutina semanal en que todas las tardes se realizan deberes y se dedica un tiempo para el estudio, nos encontremos que durante el fin de semana hay que hacer un trabajo sobre Marie Curie, una figurita de barro o un circuito eléctrico. Trabajos que en ocasiones el niño no puede realizar solo. Entonces es cuando la diferencia es más que palpable; pero no porque los niños sean diferentes, que efectivamente lo son y cada uno lo hará a su manera, sino porque sus padres no parten ni de la misma capacidad, ni de la misma posibilidad de estar al lado de sus hijos trabajando en esas tareas, o más concretamente, no tienen tiempo de estar realizándolas directamente por ellos.
He visto con bastante impotencia cómo se infravalora un figura hecha por un niño él solito, mientras que se alaba una figura hecha por otro _es decir, hecha claramente por un adulto_. He pasado por ello como una afrenta para el desarrollo emocional del propio niño, pero seamos realistas, esto el niño lo considera un fracaso personal. Es una manera de bajar de un soplo la autoestima de cualquier pequeño. Pero el sistema es éste: y es lo que hay. Así que ahí te encuentras; explicando a tu hijo que lo importante es su autonomía, que fue capaz de pensarlo todo él solito, desde el tamaño de la figura, hasta los colores y diseño de la vestimenta. Pero no es fácil entender esto cuando el aplauso va para quien ha hecho un figura preciosa con la ayuda de un adulto, o que directamente la ha hecho el adulto por él.
Vivimos en una sociedad donde los niños tienen más que eliminada su creatividad; la tienen anulada. No tienen horas de juego en la calle, libres, están demasiado tiempo encerrados en casa, es cierto que tal y como están las cosas así ha de ser. Hoy, no son ellos los que aprueban, crean, imaginan; es la capacidad de sus padres la que el sistema educativo está poniendo en juego. No se valora su capacidad de gestión, sino la capacidad, cultura y tesón de sus padres. El niño en demasiadas ocasiones se ve en la tesitura de mostrar en el cole lo que ha aprendido en casa, la capacidad que tienen sus padres de enseñar. Y es injusto, tremendamente injusto; porque no todas las familias parten de una misma base cultural, de unos mismos medios económicos, ni de una misma disposición de tiempo para ayudar a sus hijos. ¿Quién es entonces el perjudicado?
Me uno a esta protesta, y lo hago muy solidariamente, para evitar esa discriminación educativa de los niños que por circunstancias no tienen la posibilidad de ser ayudados en casa. Me pregunto desde hace tiempo por ello, por lo que está pasando en la educación. Porque cada vez los padres nos vemos más obligados a responder de las tareas de nuestros hijos y porque el niño que no tenga la fortuna de poder tener a sus padres detrás, tarde o temprano tendrá una etiqueta. Esto es necesariamente cruel, y se ha de evitar. Los niños no pueden ser educados desde la desigualdad de sus circunstancias, desde los condicionantes culturales y económicos que sus padres tienen, sino que han de ser educados desde su personalidad, desde lo que en sí mismos parten, procurando el desarrollo de esos talentos que aún tienen escondidos.
Creo que se ha de buscar un equilibrio entre lo que los niños reciben como enseñanza y lo que se les exige conocer, asimilar y gestionar en casa, reconocer que cada niño es un mundo y tiene unas circunstancias concretas que no han de perjudicar su aprendizaje. Supongo que no es nada fácil saber cuál es el término medio y equilibrado cuando en una clase hay niños despistados, inquietos, inteligentes o pausados. Unos niños necesitarán más ayuda que otros, eso es evidente, y se les intentará ayudar a cada uno de ellos, pero por favor, que en la labor de la enseñanza no se jugue jamás las realidad de sus padres.
Comencemos pues por una honesta y sincera revisión de lo que está sucediendo. Porque lo que no puede ser es que la docencia recaiga sobre la familia _tampoco debemos permitir que la labor de la familia, que es educar a sus hijos, recaiga sobre los profesores, que esta es otra_. Hay demasiada confusión de roles, eso al menos es lo que pienso. Y con rabia, me pregunto por qué a mi me tiene que caer la misión de enseñar conocimientos a mi hija cuando yo al colegio la he enviado muy bien educada. Seamos sensatos; si para que un niño responda adecuadamente a las exigencias formativas necesita de una tutela continua, algo está fallando, y quien tiene las de perder es el niño.
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** Conversación de una madre con la profesora de su hija:
_ Mire, yo lo que le pido es que enseñe a mi hija a leer, a sumar, a restar... de lo demás me encargo yo. La que debe llevarla al parque a jugar soy yo, de excursión, a ver películas... Debe evitar mandar esta cantidad de deberes en casa, yo no soy quién para enseñarle lo de este librito. Usted es quien está capacitada para ello, de enseñanzas y aprendizaje la experta es usted, yo por contra me comprometo a que llegue al cole educada, y mire, lo tengo más que claro, para excursiones, para llevarla de fiesta y a jugar, para eso ya estoy yo. Es que esto no puede ser...
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