Una madre espera mellizos. Uno de ellos padece una malformación congénita de corazón. Los doctores explican a los padres las operaciones a las que deberá someterse su hijo para poder llevar una vida ‘normal’. La madre, llena de compasión, decide abortar. Los médicos inyectan veneno al niño para que muera (lo mismo hicimos con mi perro hace unos años), pero… envenenan al niño equivocado. No es una historia de ficción. Sucedió hace unos días en Australia. Ahora los dos bebés están muertos. El niño sano murió en lugar de su hermano, condenado a muerte por su propia madre. El niño enfermo nació por cesárea unas horas después… para morir al ser prematuro.
Todos se escandalizan y se rasgan las vestiduras. Los médicos afirman que siguieron el protocolo. ¿De verdad hay un protocolo para acabar con la vida de niños enfermos? “¡Qué pena que no saliera bien!”, dicen. Así ahora estaríamos celebrando el embarazo de una mujer capaz de matar al mellizo de su hijo.
El Papá de las criaturas estuvo presente en todo momento. Al parecer la familia se está planteando acciones legales contra el médico y el hospital por matar al que no debía. El hospital dice que ha sido un ‘accidente clínico’. Si hubieran matado al niño enfermo, sería un ‘éxito clínico’. ¿Alguien ejercerá acciones legales contra los padres? No. Es legal matar a quien va a nacer enfermo o discapacitado.
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