Queridos hermanos y hermanas:
Escribo esta carta semanal en las vísperas de Navidad, que yo deseo muy felices a todos los cristianos de la Archidiócesis. Todo indica que también este año serán muchos los interesados en vaciar de contenido religioso estos días santos, convirtiéndolos en las vacaciones blancas, en la celebración del solsticio de invierno y, en todo caso, en las fiestas del consumismo y el derroche. La secularización de la Navidad tiene múltiples manifestaciones. En la ambientación navideña de nuestras ciudades y de nuestros hogares, se prescinde del misterio que en estos días celebramos. Se sustituye el Belén por el árbol de Navidad, los Reyes Magos por un Papá Noël sin referencias religiosas, y hasta las entrañables tarjetas navideñas se han convertido en felicitaciones laicas portadoras de vaporosos deseos de paz y de felicidad inconsistente, porque se olvida al verdadero protagonista de la Navidad, Jesucristo, Príncipe de la paz y punto de partida de nuestra alegría en estos días.
El despojamiento del sentido religioso de la Navidad se manifiesta también en el lenguaje. La palabra Navidad, que significa natividad o nacimiento del Señor, es sustituida por la palabra "fiesta", más inocua y menos comprometedora. La tradicional expresión “felices pascuas", de tanta riqueza espiritual, porque con ella aludimos al meollo de la Navidad, el paso del Señor junto a nosotros, junto a nuestras vidas, para renovarlas y hacerlas mejores, se ha sustituido la expresión "felices fiestas", circunloquio que busca en definitiva evitar reconocer que el corazón de la Navidad es nuestro encuentro con el Señor que nace para nuestra salvación.
Por ello, cuando estamos iniciando el tiempo de Navidad, os invito a fortalecer el sentido cristiano de estos días. No os pido grandes gestos. Sólo os pido que seáis muchos los que tratéis de vivir la Navidad con hondura, autenticidad y verdad. El Dios que se hace niño lo es todo para nosotros. Por ello, hemos de compartirlo con nuestros conciudadanos, pues Él nos trae la paz, la alegría, la esperanza y el sentido para nuestra vida, el futuro y la esperanza también para el mundo. “Anuncia la Navidad desde tu balcón” es el lema de la loable campaña que están realizando no pocas parroquias en Andalucía. En ella se invita a colocar una imagen del Niño en el exterior de nuestros hogares. Me parece una forma magnífica de dar testimonio del misterio que celebramos. Dios quiera que sean muchas las familias que la secunden.
Vivid la Navidad en el hogar. Pocas ocasiones unen más a las familias que estos días entrañables. No os olvidéis de poner el Belén familiar por sencillo que sea. Ayudad a vuestros hijos a instalarlo, al mismo tiempo que les explicáis el sentido más genuino de esta representación plástica de los misterios de la encarnación, nacimiento y manifestación del Señor. No os olvidéis de los villancicos en vuestras reuniones familiares.
Iniciadlas con una oración, previamente preparada, al hilo de los misterios que celebramos, y procurad acudir en familia a la Misa del Gallo.
Vivid la Navidad desde la Eucaristía. Entre Navidad y Eucaristía hay un nexo muy estrecho. En la Eucaristía el Salvador, encarnado en el seno de María, continúa ofreciéndose a la humanidad como fuente de vida divina. El Señor que vino al mundo hace 2000 años, sigue viniendo cada día sobre el altar, quedándose después en el sagrario, el mejor y más verdadero Belén. Aprovechad estos días para pasar largos ratos acompañándolo, adorándolo y admirando el misterio de su amor y de su entrega por nosotros. Qué bueno sería que en estos días acojamos al Señor en nuestros corazones recibiendo el sacramento de la penitencia, que es el sacramento de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios.
Huid del derroche y del consumismo que solapan el misterio y son una afrenta para los miles y miles de hermanos nuestros que están sufriendo las consecuencias pavorosas de la crisis económica y el paro. No os pleguéis sin más a los reclamos publicitarios. Vivid unas Navidades austeras, pues la alegría auténtica no es fruto de las grandes cenas ni de los regalos pomposos. Nace del corazón, de la conciencia pura y de la amistad con el Señor. En este año, más que nunca, vivid también unas Navidades fraternas y solidarias con las víctimas de la crisis. Prescindid incluso de algo necesario para compartirlo con quienes nada tienen. Procurad buscar algunos momentos en estos días para visitar enfermos, ancianos o necesitados. En ellos está el Señor, que nacerá en nuestros corazones y en nuestras vidas si lo acogemos en los pobres y en los que sufren.
Termino deseando a todos los cristianos de Sevilla una Navidad gozosa, honda y auténtica. Mis mejores deseos también para aquellos que no creen en el misterio que celebramos, para los que también nace el Señor. Para todos, queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz y santa Navidad!
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla