Y GRACIAS A LA JMJ, MADRID RECUPERO LA ALEGRIA
Esto de volver a casa, de recorrer las calles que nos han visto crecer siempre tiene algo de excepcional. Acostumbrado a gobernantes tristes, a poderes en la sombra, a medias verdades que son mentiras, el ver un Madrid juvenil y risueño es ya una novedad. Camisetas con anagramas por todas partes, risas abiertas, jocosas, sin el cariz de malas intenciones y sandeces que tantas veces oímos. La alegría de vivir que asoma desde la comisura de los labios hasta en la forma de mover las manos. El sacerdote cansado, agotado por el sol y el calor, pero rodeado de adolescentes que bromean con él. No. No es posible. He debido equivocarme de país. La España que yo conozco es triste. Gusta de hablar de la muerte, ya sea en forma de aborto o de eutanasia. En cambio esta juventud es “de verdad joven”. Es alegre. He debido equivocarme de aeropuerto y de carretera.
Pero definitivamente no. Lo que ocurre es que a los malvados se les ve mucho. La bondad es más recatada, hasta que explota en forma de joviales risotadas como ha pasado en estos días. Ahora ya no tengo dudas: por muy siniestros que sean determinados personajes, la verdad cristiana estará siempre entre nosotros. Basta mirar a nuestro alrededor. Se dibuja en la naturaleza y en cada bella y sana sonrisa de adolescente.
Su Santidad llegó y arrasó. Arrastró su santidad mientras la procesión de apóstatas arrastraba sus miserias y alguno de sus líderes quedaba hasta imputado por la justicia. Qué maravilla, hasta los tribunales empiezan a funcionar con normalidad.
Ahora los indignados se esfuerzan (menos mal) en dejar clara su distancia con el sacrilegio y la apostasía. Otra alegría más. Incluso es posible estrecharnos en un abrazo los indignados de la calle y los que hasta ahora permanecíamos en casa.
Y Madrid volvió a sonreír, aunque se escapara una lágrima al ver partir a nuestro Papa y amigo.
Todavía queda por ahí alguna mente “recalcitrante”. Pero eso ya no nos importa. Hemos sufrido, y seguiremos sufriendo, un duro acoso y la felicidad completa casi nunca existe. Algunos tienen el demonio en si mismo (no hace falta mirar muy lejos) y por supuesto, los medios de siempre (que son la mayoría de las televisiones y periódicos) van retorciendo la realidad cada día un poco más, intentando convencer a quienes desean ser convencidos, de que los agresores fueron los agredidos y de que los agredidos, realmente fueron agresores.
Pero que no, que nadie retorcerá nuestros corazones, ni amargará nuestras sonrisas.
¡Hasta siempre peregrinos!
¡Hasta siempre Benedicto!
Miguel Ángel Pavón Biedma.
Asociación Cruz de San Andrés