Gracias por haberme gestado
El aborto es el tema central en esta semana en que se celebra el Día del Niño por Nacer.21-03-2011
Los años ’60 fueron, sin lugar a duda, una época de profunda transformación social con el surgimiento de tendencias culturales que hoy aún persisten.
Los avances tecnológicos, como la aparición de electrodomésticos que simplificaban las tareas del hogar, particularmente la televisión, comenzaban a conquistar el seno familiar trayendo consigo ideas revolucionarias de otras latitudes e irrumpiendo con mucha fuerza y rapidez, el concepto de “aldea global”, que hoy muy bien conocemos y dominamos.
En los jóvenes había prendido con vigor la necesidad de romper con los mandatos sociales y familiares, provocando el advenimiento de una razón de ser distinta y forjando en cada acción juvenil una nueva identidad.
El aborto, si bien continuaba siendo un tema tabú para la sociedad argentina, era una práctica usual que no se discutía públicamente.
Por aquel entonces la cultura preventiva no existía y se recurría en el mayor de los secretos, a eliminar “el problema” a través de esta práctica.
Elvira, una joven ama de casa y madre de dos niños, de 11 y 5 años, había quedado otra vez embarazada. Fue una gran sorpresa, ya que luego del último parto, los médicos que la atendieron le aseguraron con fundamentos científicos que esto no podría ocurrir.
“Ay, Elvira, ¿cómo vas a hacer con tres chicos? Mirá el trabajo que te causan los otros dos ¡Vas a terminar hecha una loca!”, le dijo su madre, una dura mujer italiana que se vino con su marido en tiempos de preguerra a “hacer la América”, siendo de gran influencia en las decisiones de todos los integrantes que habitaban en esa antigua casa.
“Lo mejor es que no lo tengás”, sentenció.
Resultó difícil para Elvira lidiar con ese mandato, incluso su hermano mayor, que vivía con la esposa y sus hijas, en el departamento del fondo de esa enorme casa, le expresaba, enviado discretamente por la madre de ambos, las complicaciones que iban a surgir si daba a luz a ese bebé.
El marido de Elvira se negaba a interrumpir el embarazo pero no podía expresarlo públicamente, la palabra de su suegra tenía por aquel entonces un peso singular, casi sagrado, y nadie podía contradecirla fácilmente.
Es cierto, ese embarazo fue un imprevisto y en apariencias, complicaba aún más la vida de toda la familia.
Elvira se debatía internamente entre las razones que los demás intentaban imponerle y su fuerte instinto materno, sin saber qué camino tomar.
“Amiga querida, no hagas lo que te dicen. Por favor, tenelo, vas a ver que ese niño será quien te acompañe en la vejez”, le aconsejaban.
En el medio de profundas tribulaciones que aquejaban el pensamiento de esta joven madre, recibió este consejo de su amiga María, madre de Luisito, compañero del colegio de su hijo mayor.
Esas palabras fueron determinantes para que esa valiente mujer decidiera por sus propios medios el mejor camino a seguir.
En la actualidad, Elvira tiene 80 años, ya no cuenta con la compañía de su esposo, tampoco su hermano ni de sus padres. La vida le deparó duras pruebas que tuvo que transitar amargamente, siendo las peores e irreparables, la muerte de sus hijos Toni y Lito, a temprana edad.
Sólo le quedo yo, tal cual le predijo su amiga, para acompañarla en la vejez.
El 25 de marzo, se festeja internacionalmente el Día del Niño por Nacer, hoy le brindo un homenaje, al valor y coraje que mi madre tuvo, al enfrentar esos mandatos complejos, que en ocasiones tanto nos cuesta superar.
Es por eso que públicamente te digo gracias, mamá, por confiar en el amor y por haberme gestado.
www.diariouno.com.ar/edimpresa/nota.php?id=268173Los avances tecnológicos, como la aparición de electrodomésticos que simplificaban las tareas del hogar, particularmente la televisión, comenzaban a conquistar el seno familiar trayendo consigo ideas revolucionarias de otras latitudes e irrumpiendo con mucha fuerza y rapidez, el concepto de “aldea global”, que hoy muy bien conocemos y dominamos.
En los jóvenes había prendido con vigor la necesidad de romper con los mandatos sociales y familiares, provocando el advenimiento de una razón de ser distinta y forjando en cada acción juvenil una nueva identidad.
El aborto, si bien continuaba siendo un tema tabú para la sociedad argentina, era una práctica usual que no se discutía públicamente.
Por aquel entonces la cultura preventiva no existía y se recurría en el mayor de los secretos, a eliminar “el problema” a través de esta práctica.
Elvira, una joven ama de casa y madre de dos niños, de 11 y 5 años, había quedado otra vez embarazada. Fue una gran sorpresa, ya que luego del último parto, los médicos que la atendieron le aseguraron con fundamentos científicos que esto no podría ocurrir.
“Ay, Elvira, ¿cómo vas a hacer con tres chicos? Mirá el trabajo que te causan los otros dos ¡Vas a terminar hecha una loca!”, le dijo su madre, una dura mujer italiana que se vino con su marido en tiempos de preguerra a “hacer la América”, siendo de gran influencia en las decisiones de todos los integrantes que habitaban en esa antigua casa.
“Lo mejor es que no lo tengás”, sentenció.
Resultó difícil para Elvira lidiar con ese mandato, incluso su hermano mayor, que vivía con la esposa y sus hijas, en el departamento del fondo de esa enorme casa, le expresaba, enviado discretamente por la madre de ambos, las complicaciones que iban a surgir si daba a luz a ese bebé.
El marido de Elvira se negaba a interrumpir el embarazo pero no podía expresarlo públicamente, la palabra de su suegra tenía por aquel entonces un peso singular, casi sagrado, y nadie podía contradecirla fácilmente.
Es cierto, ese embarazo fue un imprevisto y en apariencias, complicaba aún más la vida de toda la familia.
Elvira se debatía internamente entre las razones que los demás intentaban imponerle y su fuerte instinto materno, sin saber qué camino tomar.
“Amiga querida, no hagas lo que te dicen. Por favor, tenelo, vas a ver que ese niño será quien te acompañe en la vejez”, le aconsejaban.
En el medio de profundas tribulaciones que aquejaban el pensamiento de esta joven madre, recibió este consejo de su amiga María, madre de Luisito, compañero del colegio de su hijo mayor.
Esas palabras fueron determinantes para que esa valiente mujer decidiera por sus propios medios el mejor camino a seguir.
En la actualidad, Elvira tiene 80 años, ya no cuenta con la compañía de su esposo, tampoco su hermano ni de sus padres. La vida le deparó duras pruebas que tuvo que transitar amargamente, siendo las peores e irreparables, la muerte de sus hijos Toni y Lito, a temprana edad.
Sólo le quedo yo, tal cual le predijo su amiga, para acompañarla en la vejez.
El 25 de marzo, se festeja internacionalmente el Día del Niño por Nacer, hoy le brindo un homenaje, al valor y coraje que mi madre tuvo, al enfrentar esos mandatos complejos, que en ocasiones tanto nos cuesta superar.
Es por eso que públicamente te digo gracias, mamá, por confiar en el amor y por haberme gestado.