Está de moda hacer la mayor cantidad de cosas posible al mismo tiempo. Pasear hablando por el móvil o escuchando música, con el riesgo que supone a la hora de cruzar la calle. Yo he podido comprobarlo muchas veces. Estar en el ordenador trabajando mientras se comprueban los correos y el facebook, con lo cual acabas tardando el triple de lo previsto. Aprovechar la hora de mediodía para ir a la compra, al gimnasio o a la peluquería. Ir a la compra con los niños. Todo este tipo de actividades en cadena provocan un stress que no es evidente y resulta más difícil de identificar, pero a la larga va resintiendo la tranquilidad de la persona.
Se pueden hacer varias cosas a la vez, pero no se hacen bien. Lo ideal es centrarse en una sola con lo cual se gana en rapidez y eficacia, mientras que simultaneando varias actividades lo normal es que todas queden al cincuenta por ciento de su capacidad. Hay que saber echar el freno y organizarse el tiempo. Y si no sobra para ir al gimnasio, tampoco es cuestión de agregarse obligaciones innecesarias. Hace el mismo efecto subir y bajar las escaleras andando y es más barato. Tampoco hay que llevar el pelo como una modelo. O enterarse de todas las noticias sin importancia que aparecen en la red. Hay que aprender a discriminar entre lo necesario y lo superfluo, para así poder vivir más relajadamente.