Hay quien se extraña porque, cuantas más leyes sacan en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, más aumenta la violencia de género (por llamarla como la llaman todos). En primer lugar, la violencia es más habitual entre parejas de hecho y extranjeros que vienen de países en desarrollo. En segundo lugar, siempre tiene relación con rupturas y separaciones. En tercer lugar, no se contabiliza la violencia de las mujeres contra los hombres, porque esa no se ve. Las raíces de este problema son diversas y no sirve de nada hacer carreras o declaraciones grandilocuentes, cuando no se estudia realmente la situación. Además esta sociedad está acostumbrada a la exhibición de la violencia como espectáculo televisivo y en el cine.
Cuando yo era pequeña, no se enseñaba la igualdad. Se enseñaba a los hombres a respetar y proteger a las mujeres. De ese modo, la mayoría eran incapaces de levantarles la mano. Sin embargo, ahora todo es independencia, separación del amor y el sexo, se favorece la promiscuidad y la falta de compromiso, se prima a las mujeres en el trabajo independientemente de sus méritos, y, en caso de divorcio, la mujer sale indudablemente beneficiada; sobretodo si aduce malos tratos aunque sea mentira. Siendo así, no es extraño que algunos hombres pierdan los nervios al verse con todas las de perder y, total, si somos iguales, ¿qué importancia tiene soltarle un guantazo, como lo harían con un hombre?, o devolverselo, porque hay muchas mujeres agresivas. Se recoge lo que se siembra.