Se oye mucho decir que los Obispos son ricos y deberían dárselo todo a los pobres; pero es que si lo entregaran todo, ya no estarían en condiciones para ayudar a nadie. La Iglesia maneja mucho dinero porque tiene muchos gastos. Aparte de las obras de caridad, tiene que mantener a miles de curas, monjas y monjes, más las casas en las que habitan, con todos su recibos correspondientes. Ese dinero viene de donaciones particulares, del estado o de negocios como la venta de repostería y similares. Además, con ello se mantienen también muchos colegios, hospitales, horfanatos y residencias de ancianos. Ya quisiera el estado gestionar tan bien y conseguir tanto con tan poco presupuesto. Lo que pasa es que todo es manipulable.
Los Obispos tienen coche propio y más dinero porque tienen que desplazarse mucho atendiendo asuntos de las parroquias. Son como los ministros del gobierno de la Iglesia. Se trata de gastos de representación, no de riquezas personales. En cuanto al lujo del Vaticano, está constituído por obras de arte sufragadas por diversos estados durante la Edad Media. No sé si alguien pretende desmantelar la Capilla Sixtina o fundir los cálices de oro del siglo XIV para dedicar ese dinero a obras sociales. En cualquier caso, el dinero se acabaría antes o después, junto con el legado de la historia. Y, sin la institución social de la Iglesia Católica, los pobres estarían mucho más desamparados todavía.