Con la pareja pasa lo mismo que con la comida. Tú puedes tener una manzana estupenda que te gusta mucho, pero te traen dos más y ya empiezas a encontrarle defectos; que si la otra es más roja, que si tiene manchitas o parece pasada. Si tienes una galleta, la disfrutas; pero si te dan varias diferentes a elegir, siempre piensas si las demás estarán más buenas. Tener posibilidad de elección puede ser el fin para una pareja. Ya de por sí es difícil la convivencia diaria entre dos personas; más con la intimidad que supone. Es imposible no encontrar algo que te desagrade en el otro. Pero, cuando has apostado por la relación en exclusiva, tiendes a minimizar los defectos. Sin embargo, pudiendo elegir, siempre te parecerá más atractivo lo nuevo, lo mismo si es una manzana, un coche o un hombre.
Una relación que empieza se vive siempre como algo perfecto, con los ojos vendados. Es el paso del tiempo el que va dando una imagen más nítida, tanto de lo bueno como de lo malo. Por eso, cuando leo testimonios de personas que se han encaprichado de alguien nuevo en sus vidas, siempre pienso que no va a durar. A la larga, resultará igual que todo. Por eso, hay personas que cambian continuamente de pareja, porque necesitan sentir la emoción de lo nuevo, sin darse cuenta de que lleva en sí el paso del tiempo que acabará por poner cada cosa en su lugar. De este modo, repiten un ciclo sin saberlo, como aquel que nunca está satisfecho con las manzanas que le ofrecen en la frutería porque siempre piensa que las hay mejores, y al final no disfruta realmente de ninguna.